Con un desastroso parte meteorológico en las manos y abundante nieve cayendo delante de sus ojos, Carlos Pauner se veía obligado a desistir de su intento de conquista del Gasherbrum-II (8.035 metros). "No hay ventana de buen tiempo, y para mañana --por hoy-- y el sábado la previsión aún es peor. Está nevando y se me va a tapar la huella, así que voy a renunciar", anunciaba ayer el montañero. "Lo que más me apetece es coger un avión y regresar a casa. Hay que salir de aquí cuanto antes porque ya estamos empezando a perder la cabeza", explicaba entre bromas. El próximo lunes, 2 de agosto, deberá abandonar el campamento base y, tras cinco días de viaje hasta la capital, Islamabad --donde llevará a cabo algunas gestiones burocráticas por la muerte del compañero de cordada José Antón--, el día 8 llegará a Bilbao, vía Londres.

El final de esta agridulce expedición al Karakorum se acerca y Pauner hacía un primer balance: "He de reconocer que estoy un poco triste. Tenía mucha ilusión depositada en que hubiera salido una ventana de dos días de buen tiempo, que no era mucho pedir, y aprovechar que estamos aquí, aclimatados, para intentar conseguir el doblete de las dos cimas. Pero después de pensar durante muchos días que nos íbamos a marchar con las manos vacías, hollamos el G-I con mucho esfuerzo y pudimos salvar la temporada. La sensación final es de haber dado la talla"

OCUPAR EL TIEMPO El grupo se encuentra en buenas condiciones físicas, aunque a su llegada a España requerirá de atención psicológica. A partir de ahora comienza el trabajo de retirada y almacenaje del material. "Hemos pedido dos porteadores pero hasta dentro de tres o cuatro días no llegarán, así que tenemos que aguantar aquí hasta el día 2, cuando debemos abandonar el campo base", señalaba el alpinista jacetano. Entre tanto, los montañeros que aún permanecen en el macizo del Karakorum se entretienen como pueden: "Escribimos en el ordenador, miramos las fotos que hemos hecho, conversamos... También pasamos mucho tiempo sin hacer nada, simplemente viendo cómo nieva", relataba.

La cuenta atrás para el regreso al hogar ya ha comenzado y empiezan a aflorar las añoranzas: "Echamos de menos la vida cotidiana: dormir en una cama normal, comer una ensalada, beber un simple vaso de agua fresca, escuchar el ruido de los coches... Cuando llevas 60 días rodeado de piedras y hielo, es lógico. Aquí se aprende a valorar las cosas insignificantes", aseguraba Pauner en una de sus últimas conversaciones con los Gasherbrum como testigos.