No es un problema de números. Ni siquiera de que en apenas una semana, la semana negra del Barça de Luis Enrique, haya descendido del liderato hasta el cuarto puesto, superado por el luminoso Madrid, el sorprendente Valencia y el fiable Atlético. No es tan solo que haya encajado dos derrotas consecutivas. La segunda parte del Bernabéu dañó la credibilidad azulgrana mientras hacía volar a los madridistas, hundidos no hace ni dos meses en Anoeta, y el estreno del tridente en el Camp Nou se saldó con un cruel cero en el marcador. El auténtico problema es que el Barça no avanza. Más bien retrocede, entrando en una peligrosa involución.

En una semana, y justo coincidiendo con la llegada de Luis Suárez al once inicial, el equipo se ha desfigurado. No tiene nada de lo que fue en su gran época --el control hegemónico de los partidos a través de gobernar la pelota en el medio-- ni se acerca a lo que pretende Luis Enrique. Un Barça menos ceremonioso con el balón, que tiene tanta prisa por llegar al otra área que se olvida de principios elementales. Esa remodelación táctica queda simbolizada en la elección de los dos centros del campo en esta semana: Busquets, Xavi e Iniesta (Madrid) y Busquets, Rakitic y Rafinha (Celta).

Dos maneras radicalmente diferentes para querer interpretar una misma idea. Y Busi, el único punto de encuentro entre ambas, ni siquiera le sirvió a Luis Enrique cuando cambió desesperadamente la piel del Barça para ganar al Celta. Abandonó el técnico el 4-3-3 en el que reúne a Messi, Neymar y Suárez por dentro, despreciando las bandas, y recurrió entonces al 3-4-3 por vez primera tras su llegada al Camp Nou. Y estrenó el modelo con extremos: Pedro, por la derecha, y Neymar, por la izquierda. Con Mascherano ejerciendo de Busquets, Messi de media punta auténtico y Suárez, de delantero centro. Pero ni así ganó.

El Barça no es ni lo que fue ni lo que busca ser Luis Enrique. Esa crisis de la transición está retratada en el papel de los interiores. Antes eran capitales en la estructura de juego; ahora son casi irrelevantes. Con los interiores desaparecidos, los laterales no llegan arriba y padecen mucho atrás. El Barça se ha hecho más vulnerable. Hasta 28 remates recibió en una semana. Del Madrid, 18 tiros y 10 del Celta.