Nada que ver. Ese Huesca de Eibar se refleja poco en este Huesca de Villarreal. Poco más de dos años de distancia. En medio un descenso y un ascenso. Un retorno a Primera que es un juego de las diferencias chupado, de los que abres la página y te encuentras las respuestas ya marcadas. Aprendida la lección, afianzado en su madurez, la dirección de esta segunda oportunidad es opuesta a la de aquel sueño hecho realidad que supuso un bautismo lleno de inocencia.

La estructura de la entidad cuenta ahora con cimientos mucho más sólidos. Desde las oficinas al Alcoraz, de los campos de entrenamiento a la organización de la cantera, con los departamentos técnicos, administrativos y de promoción, la SD Huesca es completamente un club profesional con pies de plomo para asentarse en Primera. Con un presupuesto creciente, ya no es visto como una rareza exótica, sino que ha ganado en credibilidad para sus patrocinadores, para sus seguidores, incluyendo peñas en el extranjero, y, mejor aún, ante sus rivales.

La continuidad de la fiesta de Lugo, del primer ascenso, se vio truncada por la salida de Rubi al Espanyol. Descabezado el banquillo, se apostó por alguien que conociera el vestuario pero sin matrícula entre profesionales. La selección de Leo Franco se tornó fallida. A la segunda sí se ha comprometido al mismo entrenador y Míchel fue incorporado no solo para recuperar la plaza hurtada sino para consolidarse entre los mejores. Al contrario que su antecesor, el vallecano ya dirigió a su Rayito en Primera (28 partidos).

A esa consolidación sigue la transmitida a la plantilla. Pocos han sido los retoques y, sobre todo, menos han sido los de valor trascendental. No se han producido bajas de primer orden, porque se confeccionó un bloque amplio y con menos fichas imprescindibles. A la espera de concretarse alguna salida y nuevos fichajes (un central, un mediocentro, un jugador de banda y un delantero), son 18 los jugadores que siguen de la temporada pasada. Salvo Miguelón y Dani Raba, cedidos precisamente por el Villarreal, pocas ausencias son sobresalientes.

Ese es otro legado que ha desaparecido. Entonces existieron pocos referentes, solo ocho, que hubieran dejado su huella en los campos de Primera. Salvo Etxeita, Semedo, Insua y Luisinho, tanto los nuevos como los ascendidos tenían una mínima visión del juego de LaLiga, un soberano error.

Ahora se da la circunstancia contraria. Piezas consolidadas en el proyecto como los supervivientes Jorge Pulido (49 partidos en Primera), Pablo Insua (59), Luisinho (118), Javi Galán (16) o David Ferreiro (35) recuerdan perfectamente esa temporada de debut. Pero es que a ellos se une la inversión en veteranía que se realizó en el verano del 2019: Pedro López (235 partidos en Primera), Mikel Rico (199), Pedro Mosquera (148) o Shinji Okazaki (142 entre Premier y Bundesliga). Y sigue la lista con los tres añadidos: Andrés Fernández (178), Gastón Silva (22) y Pablo Maffeo (23). El pipiolo ahora es un maduro curtido.

El peso del rodaje en la competición reduce incertidumbres. Habrá menos melones por abrir como lo fueron los amargos Jovanovic, Werner, Longo o Gürler. Ahora se añaden jugadores que conocen o bien el club, como el meta Andrés Fernández, o al menos la Liga: Gastón Silva estuvo en el Granada y Maffeo en el Girona.