Después de 40 años, el Real Zaragoza ganó en Zorrilla. Hizo historia, o la deshizo, en uno de sus peores partidos, en su segunda victoria consecutiva de la temporada --la 600 en Primera--, un triunfo que tuvo mucho más que ver con los errores de Bizzarri, quien regaló dos goles, que con los méritos futbolísticos de un conjunto aragonés antagónico al que deleitó hace una semana contra el Villarreal. Saltó al campo el equipo de Víctor sin Láinez, lesionado en el calentamiento, y con la sangre aclimatada a la cruda meteorología reinante, es decir helada. En ese estado de hibernación mental sobrevivió a duras penas, sin balón, ni criterio, ni ocasiones. Pero, cosas que ocurren, halló un pozo de petróleo bajo la gruesa capa de la nada. Menudo tesoro esos tres puntos de valía mayúscula que sirven para superar al Valladolid, subir en el ascensor de la tranquilidad y acercarse un poco más a la permanencia.

Hay ocasiones en las que es mejor no preguntar nada, pasar página y agradecer que el Pisuerga pasa por Valladolid. Ayer fue una de ellas. El conjunto pucelano se puso a bailar al Real Zaragoza en la primera parte, pero antes le concedió un paso de ventaja. Bizzarri, en un pelota colgada sin malas intenciones por Movilla, salió al balcón del área pequeña a contemplar el vuelo de las palomas o a quitar la nieve de la barandilla. El caso es que Generelo puso la coronilla y marcó con un leve toque de flequillo al viento.

OSCAR EMPATA Julio César, otro que se distrae con una mosca, había perdido poco antes el balón ante el acoso de Galletti, quien, como casi siempre, solo ante lo más fácil hizo lo más complicado. Oscar puso serenidad, toque, combinación y elegancia en un centro del campo por donde Movilla circuló sin dirección ni la ayuda de Generelo, y el Valladolid, con Sales por la derecha y Chema por la izquierda, se hizo poderoso en la creación. Le faltaba la habitual pegada --Losada tiró al cielo una clara ocasión--, hasta que de tanto insistir y merecérselo, Oscar estableció el empate con un académico remate de cabeza. Otra vez por el agujero negro del tejado, y por el costado descosido de Rebosio vino el pase.

Bajo cero en todas las líneas, el Real Zaragoza contempló el pelotazo como una obra de arte, y en esa galería de despropósitos destacaron todos sus jugadores sin excepción, con especial mención para Alvaro, Milito y Toledo. Sin saber qué hacer frente a un enemigo mejor dispuesto en el campo y sin Villa, marcado a fuego por Peña, la escuadra aragonesa se arropó en la igualada.

Metido en el iglú, esperó a que el Valladolid rebajara su insistencia en ganar el partido, en que le viniera la pájara, como así ocurrió. El Real Zaragoza se puso a chupar rueda sin ningún tipo de pudor, sin dar un relevo futbolístico al conjunto de Vázquez, quien retiró a Chema cuando mejor lo estaba haciendo. Entrenadores... La expulsión de Ricchetti por doble amonestación dejó el encuentro en bandeja a Muñoz y los suyos.

Galletti es un tipo que escarba bien en el desierto. Ya lo hizo en Salamanca, en la Copa, y ayer se sacó una patada lejana. El balón debió botar en la barriga de un pingüino que echaba la siesta por aburrimiento en el área vallisoletana. La cuestión es que el extraño equivocó a Bizzarri y dio la victoria al Zaragoza. Fue la herencia del tío de América, que se fue a hacer fortuna en 1964. 40 años después, a caballo regalado es mejor no mirarle el diente.