Nadie vende mejor a García Pitarch que el propio García Pitarch, quien esta semana ha presentado su candidatura a la propiedad del Real Zaragoza con ese discreto encanto de modesto triunfador que le caracteriza y un sentido de la oportunidad y prudencia nada casuales. En ningún lugar está escrito que la humildad o las medias tintas conduzcan al éxito personal, por lo que el director general ha optado por presentarse como un mirlo blanco para el futuro del club si Agapito, que aún no ha abierto la boca en público sobre la oferta del abogado valenciano, decide entregarle por un módico precio su paquete accionarial.

La noticia, leída y argumentada por el ejecutivo, no ha provocado precisamente una euforia desmedida entre la afición, el abonado y el accionista, que habían aceptado como trago de ricino ese papel de hombre de hierro económico con tal de que al final se tradujera en el ascenso a Primera. Con ese objetivo alejándose a marchas forzadas después de haber dejado la plantilla en los huesos, es razonable que el zaragocismo se pregunte hasta qué punto le sale más económico la compra con el equipo en Segunda División aunque en su comparecencia haya remarcado que la viabilidad pasa por Primera.

"Hay que ser conscientes de que estamos en Segunda División. Esto no es ningún purgatorio y hay que disfrutar de cada partido, de los estadios o miniestadios... Todo el mundo piensa en si vamos a subir para la temporada que viene... No. Hemos de disfrutar de este año". Pitarch hizo estas declaraciones después de que el Real Zaragoza cumpliera las tres primeras jornadas del torneo sin haber ganado un solo partido, una reflexión que dejó helada y muy dolida a la gente. Releído en la distancia, bajo el duro mensaje subyace una calculada capacidad visionaria. No hay nada expuesto a la improvisación en cada una de sus sílabas ni de sus acciones. Si se permitió esa licencia, cómo no lo iba a hacer cuando lo considerada oportuno con su pretensión de convertirse en dueño.

Siete años con Agapito Iglesias dan para recibir a Pitarch con los brazos abiertos. No obstante, esa puesta en escena que ni el mismo empresario soriano realizó cuando se hizo con la sociedad de Alfonso Solans, nefasta operación en la que primó la máxima moderación de los protagonistas, chirría por alguno de sus engranajes. El grupo de empresarios aragoneses que supuestamente le respaldaría es uno de ellos. ¿Para qué los necesita Pitarch y por qué pondrían sus aportaciones en manos del exfutbolista en lugar de hacerlo por cuenta y riesgo? ¿Existe esa sincera colaboración o es un simple juego de despiste?

Luego, por supuesto, todo negocio con Agapito hay que ponerlo en cuarentena meteorológica. Depende de cómo sople el viento, el constructor, aun contra las cuerdas judiciales, puede borrar de un plumazo la firma que parece inminente. Por la apuesta del mirlo blanco asoma alguna pluma sombría. A la candidatura de Pitarch le falta el punto capital de la transparencia, cuya negación es todavía el gran pilar del imperio de Agapito.