Es difícil, por no decir imposible, encontrar a alguien que hable mal de Nemanja Radovic. Por eso todo fueron palabras de agradecimiento de sus hermanos del Casademont cuando anunció su marcha y por eso ha sido recibido con los brazos abiertos en Murcia, la que fue su casa hasta hace tres años. Por eso el UCAM le presenta como «100% corazón». Y es que este ala-pívot atípico se gana a sus compañeros y a sus aficionados porque da todo lo que tiene por el bien colectivo. No será el más espectacular, ni el más anotador, pero cualquiera lo querría en su equipo.

En el Casademont ha sido un jugador importante las dos campañas que ha vestido de rojo. No solo por los números (9,6 puntos, 4,9 rebotes, 0,6 asisitencias y 9,5 de valoración en su primer año; 10,2 puntos, 5 rebotes, 1,2 asistencias y 10,4 de valoración en este recién terminado) sino también por su versatilidad y la capacidad de adaptación en caso de necesidad. Siempre por el bien del equipo. Ante los problemas interiores que ha tenido el Casademont, Fisac lo eligió como cinco de urgencia y ha respondido siempre.

Aunque su apariencia hipster está a la última moda, su baloncesto es de lo más clásico. Ahora prácticamente no se conciben jugadores que no tiren de tres, jueguen donde jueguen y midan lo que midan. Los cuatro abiertos con mano desde el 6,75 están a la orden del día. El gran mérito de Nemanja Radovic es que no solo sobrevive sino que se convierte en fundamental para sus equipos sin ser un experto desde la larga distancia.

No le hace falta porque domina todas las demás facetas. Carga bien el rebote, posee un tiro certero cerca del aro y maneja bien el gancho, ese otro clásico. Además es un guerrero, un jugador siempre listo para el combate, el primer implicado en defensa. Fuera de la cancha es un tipo abierto y sociable que deja numerosos amigos en Zaragoza para reencontrarse ahora con los que dejó en Murcia hace tres años. El Casademont necesita ahora encontrar otro cuatro.