Configuró Las Palmas un bloque para volver a Primera en un solo año, aprovechando la ayuda del descenso y apostando por Manolo Jiménez como entrenador con una revolución de hasta 17 refuerzos en verano y con futbolistas traídos a golpe de talonario, con un límite salarial de más de 19 millones (tres veces más que el del Zaragoza) que prácticamente agotó con la idea de que el único objetivo solo era el ascenso directo.

Raúl, Nauzet, Lemos, Cala, Mantovani, Deivid, De la Bella, Timor, Christian Rivera, Galarreta, Fidel, Sacko, Blum, Maikel Mesa, Rubén Castro, Rafa Mir y Pekhart llegaron a la isla en verano para configurar una plantilla que solo podía tener el objetivo de subir. No arrancó mal Las Palmas con Jiménez y en la sexta jornada ocupaba plaza de ascenso directo, con cuatro victorias y dos empates, incluido uno en La Romareda. No brillaba en el fútbol y dependía del olfato de Rubén Castro, pero el equipo amarillo comenzó con aires de responder a las altas exigencias.

Pero el rumbo se torció. La falta de sintonía de Jiménez con el secretario técnico, Toni Otero, y con el presidente, Miguel Ángel Ramírez, no tardó en mostrarse con claridad. Además, el entrenador andaluz intentó que su equipo fuera intenso y consistente atrás para que su pegada arriba fuera sacando los partidos, ya que si de algo va sobrada Las Palmas es de pólvora en ataque con futbolistas como Rubén Castro, Araujo, si el argentino no vive con la cabeza en otro sitio, Mir, Maikel Mesa, Fidel…. Las Palmas no jugaba bien y ese estilo futbolístico no cuajó en el vestuario, que no se adecuó a la idea de su técnico. A Jiménez no se le fue el control del grupo, pero esa falta de conexión y los malos resultados, sobre todo fuera de casa, un mal endémico de Las Palmas en los últimos tiempos, no tardaron en llevar los nervios a la directiva canaria.

Una victoria, contra el Numancia, en siete partidos acabó con la etapa de Jiménez, que dejó al equipo sexto y a siete puntos del ascenso directo, y el club recurrió por la solución más populista. Paco Herrera, otro exzaragocista, contaba con el cariño de la afición por ser el héroe del último ascenso, el que le arrebató al Zaragoza en 2015, y además de ser una alternativa más económica que Pepe Mel también había un cierto sentimiento de deuda hacia él por parte de Ramírez, con quien le une una buena amistad, por su rápido despido nada más lograr ese retorno a la élite.

Herrera, que a primeros de noviembre había hecho las maletas tras un gris paso por el Aris griego, no tardó pues ni 15 días en encontrar puesto, aunque su estreno a finales de noviembre no pudo ser peor, con una contundente goleada en Cádiz por 4-1. El nuevo técnico intentó apostar de salida por un fútbol más asociativo, con más toque y menos rigidez táctica, pero no tardó en darse cuenta de que el camino no estaba por ahí.

En las últimas semanas ha recurrido a un sistema más defensivo, un 4-1-4-1, con la recuperación de Peñalba para el pivote y con un central de la cantera, Curbelo, como lateral. El conjunto canario muestra cierta solidez y lleva tres partidos sin perder, con la victoria contundente ante Osasuna y los raquíticos empates sin goles con Rayo Majadahonda y Nástic.

La salida de Rivera al Huesca en noviembre liberó masa salarial y también lo ha hecho el adiós de Tana rumbo a China. Con ese margen han llegado Aythami, de retorno a la isla, y el extremo serbio Srnic. A quince puntos del ascenso directo, más lejos que cuando llegó Herrera, el objetivo del club es buscar los playoffs tras un año con muy poco tino por ahora.