En la presentación de Álvaro Vázquez, el delantero que junto a Marc Gual, Pombo, Toquero y Medina tiene la misión de llenar el imponente vacío dejado por Borja Iglesias, porque semejante misión ha de ser colectiva, Lalo Arantegui dio por cerrado el capítulo de contrataciones con cuatro días de mercado por delante. No habrá más fichajes según el director deportivo, acaso una o, a lo sumo, dos salidas. Arantegui se mostró públicamente colmado con la configuración de la plantilla, de la que dijo no cambiaría por ninguna de Segunda.

Seguramente, el Real Zaragoza ha reunido el grupo de futbolistas más competitivo y completo de estos años de penas en la categoría. Un portero extraordinario y otro de buen nivel, puestos bien doblados en todas las posiciones de la defensa con la incógnita de Aguirre, extremo de nacimiento, lateral sufridor, como recambio de Lasure. Un espacio que Clemente ocupó con solvencia en pretemporada. Posibilidades de todo tipo en el frente del ataque con muchísimos jugadores y perfiles variados, competencia feroz en la mediapunta, espacio reducidísimo si Imanol Idiakez mantiene su apuesta por el rombo. Papu, Buff, Pep Biel y la fulgurante aparición de Soro, un talento natural incontenible, con una zurda elegida y que se ganó en los partidos de preparación más de lo que, por el momento, ha tenido. Ocho minutos en Reus.

Y, finalmente, un centro del campo con posiciones repetidas en los carriles interiores y una laguna sin cubrir con un perfil específico: quién es Eguaras cuando Eguaras no está, como ha sucedido ahora. Idiakez ha reconvertido a Verdasca, pero el luso, todo voluntad y gran predisposición, no reúne las condiciones ideales para actuar en el espacio en el que el fútbol se dinamiza, se aclara o se oscurece y se atasca. La plantilla tiene de todo. Salvo otro Eguaras, posición decisiva con el actual plan de juego.