E l Real Zaragoza perdió con demasiada facilidad en Cádiz contra un rival que últimamente tenía una dificultad extrema para sumar victorias. Esa manera de perder, sin tener opciones de ganar, indudablemente fea, es la que genera frustración, puede invitar a un dramatismo desmedido y conducir, sin la serenidad de juicio adecuada, a perder de vista el punto hacia el que verdaderamente alumbra el foco que ilumina esta segunda vuelta del equipo. El Real Zaragoza también dobló la rodilla y confirmó que fuera de casa no es el de La Romareda. No lo fue en Vallecas ni en Reus. Tampoco ayer. Con todo, la situación es privilegiada: quinto clasificado a falta de tres jornadas, las dos siguientes en casa ante el Albacete y el Valladolid, con un punto de renta sobre el séptimo y una afición que intimida y eleva sensiblemente el nivel del equipo.

El Zaragoza se va a jugar el playoff en el escenario perfecto: arropado por un estadio que pone los pelos de punta y una grada absolutamente comprometida, capaz de generar una atmósfera fantástica, ideal para grandes desafíos. Ese clima imponente, que influye decisivamente en un mejor rendimiento de la plantilla y que amedrenta a los rivales, está garantizado. Ahora le tocará a Natxo González y a sus jugadores poner lo más importante de su parte. La actitud, el trabajo, la energía, la ambición, el fútbol y las soluciones a los problemas que van apareciendo. Como, por ejemplo, encontrar un remedio eficaz para darle fluidez al juego cuando Eguaras tenga un anti-Eguaras que le incomode y, por extensión, incomode a todo el Real Zaragoza.