El Zaragoza despidió la temporada más triste de los últimos cincuenta y muchos años prácticamente solo. Es cierto que los que fueron, los que aguantaron estoicos lluvia e indignación, trataron de reflejar su rabia en diferentes momentos. Pitos por aquí, cánticos por allá... Básicamente lo de todo el año, con esa sensación repetida de que aquí la protesta sirve para poco pero que algo hay que hacer. Agapito desapareció primero y se escondió después pero su obra sigue siendo miserable. El Zaragoza está abandonado, humillado. No hay honor.

La cólera la ha generado la gestión del soriano, que ha arrasado con cualquier vestigio respetable para construir un Zaragoza irreconocible. Pocos se acordarán, mucho menos si han sido y son abonados o socios, de un Zaragoza peor. La gente no lo quiere, al menos no lo quiere así, tal cual es. A ratos le provoca indignación y se aguanta. Otros se imagina lo que no ve y le provoca asco. Eso es peor.

¿Volverá el fútbol? Nada se puede asegurar mientras este personaje irreproducible se halle en medio. Inimaginable era pensar que La Romareda empezaría y acabaría la temporada con un aspecto tan pobre. Cinco o seis mil habría ayer en las gradas, más o menos los mismos que se presentaron en el vértice opuesto de la campaña, cuando el Mirandés anunció la que se venía. Podría no haber hecho falta más que esa primera tarde de estío y calor. El tiempo corrió, sin embargo, para repetirse por turnos en La Romareda y su gente, que lo mejor lo encontró casi siempre en el de enfrente.

Adiós con el corazón

Se puede decir sin temor que la afición ha abandonado a su equipo. No de corazón, eso es otra cosa. Sí físicamente. Se diría que la gente se ha hartado de sufrir, y no se le puede poner ni un pero. No es cuestión de ir todos los domingos a pagar, a pitar, a llevarse otro disgusto. Como fútbol tampoco ha habido, alguno ya se ha pasado el año en blanco en casa, con el carnet de abonado sin salir de la cartera, o de la mesilla. Al que viene ni carnet, que para el caso...

Si esta temporada ha habido una media de unos diez mil espectadores, más o menos la mitad que el curso anterior, para la siguiente se espera que la proporción regresiva continúe. Si es por lo que se manifiesta en la calle o en la grada, desde luego el Zaragoza va a quedar más desamparado que nunca. Y no de corazón, se repite.

Ocurre, no obstante, que es imposible imaginar qué sucederá con el Zaragoza de aquí a tres meses. En caso de que siga, claro, porque a estas alturas ni eso es seguro. Si continuase Agapito, desde luego, se podría pensar ya en el estadio más vacío de la historia del club. Bien pensado, eso sería lo de menos. El Zaragoza es pobre y está desamparado, con la necesidad de que un hombre bueno le rescate de la incertidumbre, de la ignorancia. Da igual ya que sea un faquir o un asceta. Claro que si fuera una persona normal...