Son famosos los santuarios otoñales de Pineta, Ordesa, Añisclo, la Pardina del Señor, Zuriza, el Betato o la Selva de Oza. Todos ellos se encuentran en el Pirineo. Pero no solo en la gran cadena altoaragonesa se puede gozar de la sinfonía de colores de la que podemos disfrutar en esta estación. En la Sierra Ibérica, en las entrañas del Moncayo, también encontramos la poesía otoñal.

El macizo del Moncayo está situado entre Castilla y Aragón, entre la meseta castellana y el valle del Ebro. Su mole se eleva entre los páramos sorianos y las planicies del Ebro Medio, superando los 2.000 metros en su extremo noroccidental, donde se encuentra el pico de San Miguel, con 2.314 metros, cumbre cimera de la sierra y techo del Sistema Ibérico.

José Luis San Vicente, uno de los históricos del Centro Excursionista Moncayo, se conoce al dedillo todo el macizo. «Le falta un poquito al otoño. Está la cosa un poco rara. Ha hecho mucho calor y ha llovido poco y no está bonito para el espectador. Tardará dos semanas en estar en su cénit», afirma. Se puede gozar del otoño en recorridos bonitos y fáciles. «Son excursiones para hacer en familia y en la que te puedes tomar tu tiempo», dice San Vicente.

El escritor y pirineísta Eduardo Viñuales incluyó el Moncayo en su libro titulado Rutas por los bosques más bellos. «El Moncayo atrae las abundantes aguas procedentes del Atlántico que terminarán soltando agua. Ello propicia que allí donde descargan estas borrascas, en la cara norte de la montaña, las laderas se vean vestidas por tupidas manchas de hayas, robles, melojos, abedules y pinos. Apenas cuenta para el otoño la vertiente soriana. Hay un bosque en Peña Rajada, desde el barranco de Castilla. Se puede acceder por Aldehuela de Ágreda. Es el mismo hayedo en la parte soriana y en la parte aragonesa», dice Viñuales. El ascenso al Moncayo no tiene otoño. «No cuenta con bosque caducifolio», afirma el escritor.

El hayedo de Peñarroya es uno de los más poéticos rincones boscosos del Parque Natural de la Dehesa del Moncayo, especialmente en los días de otoño. Se puede visitar realizando un recorrido circular de dos horas y cuarto de duración, 300 metros de desnivel y ocho kilómetros de longitud. Es importante llevar agua, buen calzado y ropa de abrigo.

«Se adentra en los más frescos y hermosos pasajes boscosos de la cara nororiental del Moncayo, donde pervive en buen estado de conservación una extensa masca de hayas», apunta Viñuales. Es una ruta que parte del área recreativa de la fuente del Sacristán, localizada en la pista asfaltada que sube desde el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Agramonte hacia el Santuario de Nuestra Señora del Moncayo.

La caminata comienza a 1.300 metros de altitud. «Llegaremos en unos 500 metros a una curva cerrada, donde otra pista penetra en el interior del hayedo en dirección oeste, por donde quedan los restos ya disimulados de antiguas carboneras. Si prestamos atención veremos que también hay abedules, saucos rojos y acebos». El camino es largo y suave hasta que llega al barranco de Castilla donde gira bruscamente al Este, para salir más arriba al encuentro de la pista asfaltada del Santuario. «Continuando un kilómetro por carretera, el itinerario nos llevará al GR-09.1. De manera descendente por el interior del pinar repoblado de pino silvestre seguimos la senda que atraviesa la carretera hasta en tres ocasiones», dice Viñuales. En el cuarto encuentro con el asfalto es donde ya se debe de cerrar el círculo de la excursión para regresar a la fuente del Sacristán.