Tiene unos padres, Genís y Anna, que te los llevarías a casa. Una esposa, Carlota, encantadora, vivaz, sufridora, que se desvive por él sobre todo cuando las cosas no salen lo bien. Tiene un hermano, Aleix, dos años mayor que él, que es un puro festival. Un manager, Bosch, que podría ser el entrenador de Los Angeles Lakers o el jefe bueno de los Simpson, de ahí que se llame Homer. Y tiene un asistente, Borja González, que podría ser su hermano mayor (en realidad, lo es), su asesor (también), su psicólogo (por supuesto), el amigo que me abre los ojos cuando me ofusco.

Señoras y señores, aficionados a las carreras, admiradores de héroes, con ustedes Pol Espargaró Villà, 28 años, de Granollers, piloto de KTM, campeón de Moto2 (2013), con 221 grandes premios a sus espaldas, 15 victorias y 45 podios. Polyccio está aquí hoy porque es, junto al heptacampeón de Cervera y el alborotador Fabio Quartararo, el otro héroe del 2019, capaz de codearse con los mejores del mundo, pilotando una moto que no está, ni mucho menos, para figurar donde la coloca Pol en cada GP.

EL CAMINO MÁS DURO YA ESTÁ HECHO

Pol, al que dejaremos de llamar el pequeño de los Espargaró porque es inmenso, lleva dos años y medio jugándose la vida (literalmente, créanme) para intentar convertir una moto demasiado especial, como es la KTM, en una máquina competitiva. Lo ha logrado a base de hacerse daño, mucho daño, demasiado daño, un daño imposible de asumir por cualquier otro piloto. Pero Polyccio, ahora que ya se ha situado en una zona confortable (el camino más duro ya está hecho, ahora sabemos lo que queremos, ya estamos en el Top-10), ha decidido que ha llegado el momento de sacarle brillo a tanto sacrificio y dolor.

Las gentes de KTM, la fabrica austriaca que ha ganado en todas las especialidades en las que ha competido, empezó estrellándose contra el muro de MotoGP. Los japoneses llevan décadas aquí, nosotros apenas dos años y medio. Empeñada en mantener su chasis tubular, la KTM era una máquina para hacerse daño. Hasta que llegó Dani Pedrosa, la probó en Jerez y decidió que era una moto peligrosa, con la que Polyccio y Johann Zarco, el bicampeón francés que acaba de ser despedido (después de que él se rindiera), corrían peligro. Dani ha puesto a todo el mundo recto en la fábrica, haciendo un trabajo sucio, oscuro, brutal, digno de admiración.

Dicen que Pedrosa, nada más bajarse de la KTM, puso el grito en el cielo y proclamó a los mil vientos que lo que hacía Pol, con esa moto, era un milagro y se dirigió a la fábrica para sugerirles que, si seguían en esa dirección, alguno de los suyos se haría daño de verdad. Así que, habiendo aprendido lo que había aprendido en Honda más su enorme experiencia y tacto, Pedrosa zarandeó las estructuras de KTM y generó un cambio en la manera de trabajar, cuyos resultados empiezan a emerger. Hace dos años y medio, en Catar-2017, en nuestro debut, estábamos los últimos, a un 1.5 segundos de Tito (Rabat), que era penúltimo. Y, hace ocho días, arrancamos, milagrosamente, segundos en la parrilla de Misano.

KTM ha ganado siempre y entró, perdón, entramos, en MotoGP cómo un elefante en una cacharrería. Creíamos que el dinero lo solucionaba todo. Queríamos hacerlo todo muy rápido y ser muy rápidos. Y ganar carreras enseguida. Y MotoGP no va de ese palo, no, explica Polyccio con la sabiduría del que ha estado a punto (la verdad es que pensé que nunca más volvería a caminar) de quedarse en una silla de ruedas toda la vida. Pilotando esta moto he sufrido las lesiones más bestias de mi vida. Me lo he roto todo. Puede, sí, que Pedrosa le haya salvado la vida a Pol. Lo que Pedrosa le dijo a KTM y como se lo dijo fue un jarro de agua fría para ellos, que creían tener una moto top; pero fue un jarro de agua caliente para mí, pues KTM creía que, con otro piloto, no sé, tal vez con Dani o con Johann, esta moto estaba para ganar. Y no, no estaba, ni está aún, para ganar. Dani les ha abierto los ojos.

Polyccio lleva tatuado en su brazo derecho, el del gas, Never Give Up, nunca te rindas. Y eso es lo que ha hecho. KTM, de propietario único, es dura, rígida, firme, alemana y austriaca. Esa firmeza les hace pensar, no que pueden ganar, no, sino que ganarán! con su método e, incluso, decirme, antes de empezar el 2018, que con esta moto acabaría entre los cinco primeros cada domingo. Dios! Increíble!, digo yo, no Pol, aunque lo piense.

CHUPANDO RUEDA, A VECES

Tienen una manera muy especial de motivarte. Nosotros, los latinos, nos ayudamos con complicidad, afecto, rozándonos, acariciándonos los hombros, dándonos golpecitos en la espalda; ellos directamente te golpean, van a trompicones. Más claro, señala Polyccio con una sinceridad admirable, ellos no te ayudan a mejorar, o mejoras o te cortan la cabeza. Ese método, dicen, les funciona, aunque yo creo que hay mucha gente que se queda por el camino. Yo he sufrido ese método cuando los resultados no llegaban porque la moto, como ha dicho Pedrosa y ha sufrido Johann (Zarco), no era lo competitiva que ellos creían. Y lo he sufrido, sobre todo, cuando me he lesionado de gravedad y, gracias a mi equipo, a mi esposa, a mi familia, a mis amigos, he salido adelante. Solo.

Todo este proceso ha sido durísimo. Ahora vemos el final del túnel, la luz. Ya no somos unos parias, estamos siendo reconocidos, la gente quiere venir a nuestro equipo, empiezan a creer en nuestro proyecto y eso me enorgullece porque yo he estado en su inicio, explica Pol, que agradece infinitamente (es más, juro que les pagaré varias cenas, pues me han dado la vida en muchas vueltas) a Maverick Viñales, Marc Márquez y Àlex Rins que, cuando le ven en la pista pegado a sus colines, ellos, contrariamente a lo que hacen muchos, no cortan gas y me ayudan a dar la vuelta de mi vida; eso, cuando uno está subido en una moto como la nuestra, es media vida, es la vida entera, la Luna, el cielo.

Y ahí, cerca de la Luna, acariciando el cielo, está uno de los mejores pilotos españoles de la historia. Pol Espargaró Villà, Polyccio para los amigos como ustedes.