No tendrá nada que ver lo que el fútbol diga el próximo domingo en el debut de verdad, cuando la responsabilidad venga con plomo en las piernas y taquicardia en el corazón. Ayer, en el estreno oficioso del fútbol en La Romareda, el Zaragoza dejó poso de equipo armado, bien capaz de competir con cualquiera, sensato a buenos ratos, apto para generar ocasión de gol y escrutar las diferentes alternativas que tiene en su fútbol o le obligan los partidos. A excepción del batacazo ante el Leganés, el equipo aragonés ha dado la cara con otros Primeras como Real Sociedad, Villarreal y Levante, el conjunto que puso ayer a prueba el último ensayo de Idiakez, que insistió con Verdasca como mediocentro. Debe entenderse que el portugués llevará el mando en ese puesto hasta que sane la tropa (Zapater, Eguaras...). La decisión, claro, le resta fantasía y elaboración al fútbol, sostenido ayer en los pulmones de James y Ros, en el descaro de Soro y Gual, en el gol de Pombo, un pombazo que igualó el tanto primero del Levante pero que no sirvió para dejar en casa el trofeo de don Carlos Lapetra. Bien raro, pero Cristian Álvarez no paró ningún penalti.

Rubén Rochina despertó el partido al cuarto de hora con un obús desde fuera del área que recordó a sus tiempos en La Romareda. Eran bien otros. Malos también, pero de Primera. El exzaragocista puso un zurdazo en la escuadra de Cristian y ni siquiera se molestó en celebrarlo. Es más, hizo un leve gesto de perdón, como recordando aquellas horas felices de su corta estancia en Zaragoza. Ha habido unos cuantos casos como el suyo en los últimos años, futbolistas más que válidos expatriados por razones crematísticas o de categoría, cuando no ambas. La gente se acuerda más de las pérdidas recientes, aunque haya habido abundantes rochinas de paso. Borja Iglesias es aún hoy el último héroe al que se le busca sucesor.

Dijo Lalo Arantegui que Marc Gual no es el heredero natural del gallego, que para la relación directa con el gol llegará otro hombre de remate experto y corte astuto en los metros finales. Álvaro Vázquez, se supone. Mientras madura el mercado, el asunto ha quedado para el ariete del Sevilla, que ayer dejó algún que otro defecto que sanará el tiempo y las primeras señales de sus virtudes. Uno de sus gestos recordó tanto a Diego Milito, tanto tanto, que a más de uno de le erizó el pelo. Quien recuerde el último 6-1 al Madrid en La Romareda, no habrá podido olvidar el doble recorte con amago del argentino que fue gloria y 2-0. Lo repetiría luego ante el Bayern cuando ganó la Champions con el Inter.

Tal cual lo hizo todo Marc Gual hasta el golpeo último, que se estrelló en Aitor Fernández para estropearle un debut que hubiera sido de príncipe. No encendió el marcador zaragocista el nuevo ariete con ese precioso bamboleo, pero vino antes y después para llenarse de gol en su estreno en La Romareda. Pudo hacerlo en el minuto 20 tras un robo con asistencia de Alberto Soro, ese niño que es tan bueno que solo le hace falta tocar un par de balones para demostrarlo. Regaló pases sin despeinarse mientras Pombo entraba en el partido. Llegó. Pintó medio gol con un buen disparo cerca de la media hora y cinco minutos después escupió junto a la cepa del poste un remate de media chilena que fue el 1-1.

Para entonces había pasado el Zaragoza los peores minutos, superando otro trallazo de Rochina y un remate claro de Raphael que Cristian puso en el córner. Se le atragantó un buen rato el partido al equipo de Idiakez por esos terribles problemas que tiene en la salida de balón, donde Verdasca padece y angustia como pivote defensivo. El sufrimiento es doble, individual y colectivo, trasladado a un conjunto que, no obstante, dejó una impresión más que correcta, trabajado en el compromiso de las fases destructivas, hermoso en el desarrollo trenzado del ataque con los tres citados bichos de arriba, enérgico en el dinamismo de James Igbekeme, orgulloso de su futuro, bien presente en Quique Clemente, ese central que acaba de salir de juveniles y juega de lateral izquierdo como si llevara tres años en el primer equipo.

El carrusel de cambios de la segunda parte enseñó menos. Dejó ver, eso sí, que Lasure está recuperado; y que Idiakez tiene en su cabeza alternativas al rombo. Enseñó en Villarreal un 4-1-4-1 y ayer dibujó en algún momento un 4-4-2 antes de empezar a guardar combustible para el próximo domingo, cuando el Rayo Majadahonda empezará a revelar las primeras certezas del futuro.