No será porque no lo repitió veces César Láinez: «Pombo es el único que se parece a Cani». El entrenador que se atrevió a subirlo al primer equipo y a aguantarlo sabía que solo el tigre podía expresar en La Romareda el fútbol que se llevó para siempre Rubén Gracia, el penúltimo genio. Láinez lo puso y lo mantuvo. Lo dejó a las puertas de la fama, la que se tuvo que ganar con Natxo González, con quien superó momentos duros a principios de la pasada temporada. Pero Pombo no se perdió. Perseveró hasta convertirse en el jugador más determinante del equipo. Ya lo fue durante la pretemporada, en la que asumió galones con el balón y en el vestuario. Aunque el fulgor de los focos se lo llevó el novedoso Soro, Pombo ya era otro, más fino, más centrado, más hecho, bien consciente de que ha llegado su hora. Muchos lo vieron venir hace años, casi todos apostaron por él antes de que el niño se hiciera hombre.

El recorrido de los últimos entrenadores antes de que César Láinez lo pusiese en el fútbol profesional empieza con Rafa Latapia, que ya lo conocía de sus primeros años en la Ciudad Deportiva y lo recogió en su segunda temporada como juvenil. La jugó en el Amistad, donde el Zaragoza lo había cedido. «Ese año se destapó como goleador. Jugaba de eje y yo lo puse de mediapunta. Ahí nos hizo muchos goles», recuerda el exfutbolista, que tiene muy claro de dónde nace la fuerza de Pombo: «Ha tenido siempre mucha personalidad. La confianza que tiene en sí mismo es bestial. No tiene miedo a arriesgar y no le afecta fallar. Esa es la virtud más grande que tiene: la mentalidad, la confianza. Él sigue intentándolo a pesar de que se equivoque. Es difícil ver jugadores con tanta iniciativa. Siempre fui exigente con él, pero también le di responsabilidad en el equipo y respondió. Aún le queda mucho por mejorar y seguro que lo vamos a ver más arriba».

Latapia encuentra diferencias con otros compañeros que ya entienden el juego de otra manera desde bien pequeños: «El fútbol no le estresa, no le agobia. Jorge no lo pasa mal como otros, se divierte. Fue siempre un niño muy feliz. Algunos se lo toman como que les va la vida en el fútbol, pero él se divertía. Puede ser que tardara un poco en cambiar, que fuese un poco inmaduro en el sentido de no notar tanta responsabilidad como otros, pero conmigo entrenó siempre bien», explica el técnico del Amistad, que tiene claro por dónde pasa su futuro: «Para él los partidos son todos iguales, siempre tiene ganas de disfrutar y jugar. Y por eso también mejorará seguro. Es un futbolista de Primera División, sin duda».

Después de su buena temporada en el Amistad, Pombo regresó al Zaragoza para jugar en División de Honor Juvenil. Allí lo recogió Diego Martínez, que guarda bien frescos esos momentos de Pombo en la Ciudad Deportiva. «El año que coincidí con él nos dio muchísimo. Jugaba de mediapunta, por delante de Tarsi y Sergio Gil. Brilló tanto haciendo goles como asistiendo. Venía de haber estado un año en el Amistad y llegó con la espinita clavada. Hizo un año brutal. Lasure también estaba en ese equipo y yo guardo un gran recuerdo como entrenador de esa campaña», recuerda el técnico que ha dirigido las últimas temporadas al Náxara riojano.

Diego Martínez explica así el proceso de Pombo: «Era un niño y tenía que pasar su proceso de maduración. Ahora se va haciendo un hombre y es consciente de que tiene una oportunidad que debe aprovechar. Estuve hace poco con él en Logroño, en la boda de Ros, que se casó en Santo Domingo de la Calzada, y lo vi muy contento. Con el potencial que tenía Jorge, ninguno de la Ciudad Deportiva teníamos dudas. Es un chico con una calidad al alcance de muy pocos. Tiene una capacidad para superar líneas rivales y hacer mucho daño reservada a muy pocos jugadores», explica el entrenador, que incide en el talento de Pombo: «Es un jugador completo, con una calidad técnica brutal y una potencia propia de futbolistas que juegan más arriba. En conducción, es capaz de saltar líneas y, además, es un tío muy fuerte que se lleva muchas disputas. Siempre se le ha acusado de estar pasado de peso, pero si lo ves desnudo te das cuenta de que no. Es muy fuerte, con un tren inferior muy potente, y tiene un golpeo de media-larga distancia muy potente».

Va más allá Diego Martínez, que lo ve haciendo historia en el Real Zaragoza. «Lo he seguido estos partidos con el Zaragoza y a mí no me ha sorprendido. Al final, sabes el potencial que tiene. Igual que Lasure. Son jugadores con un gran nivel y estoy seguro de que puede marcar una etapa en el Zaragoza. No me atrevo a ponerle techo. Para mí, sin ninguna duda, es un futbolista de Primera División a corto plazo. Yo he entrenado a muy pocos jugadores con el nivel técnico de Pombo. Es cierto que luego influyen muchas cosas en este mundo tan caprichoso, pero si se dan los pasos naturales debe jugar en Primera muy pronto», dice el técnico, que entiende así su desarrollo personal: «Igual hace cinco años no tenía ese punto de madurez, pero ahora se ha dado cuenta de que tiene que hacerse un hombre. Yo lo vi mucho más centrado y sé que ha estado trabajando todo el verano. Ahora que se ha sentido valorado y querido, yo no le veo el límite. Es un tío que agradece el afecto y al que la fama no le ha cambiado, es muy noble. No le veo techo, los límites se los marcará él mismo».

El siguiente paso de Pombo fue el filial, donde se encontró con Emilio Larraz. «Lo tuve en el Deportivo Aragón el año que salió de juveniles. Fue la temporada que ascendimos a Segunda B. Jugó muy poco. Estaban Tarsi, Tierno, Adán Pérez... muy buena gente. La segunda temporada llegó muy fuerte. Lo habíamos puesto un poco en la puerta de salida y reaccionó muy bien. En los partidos que estuve yo ya jugó siempre de titular. Luego, con César, también. En Segunda B estuvo a buen nivel siempre», explica el técnico que ahora dirige al Racing de Ferrol y que lo colocaba por la izquierda en el 4-4-2: «Tiene buen disparo y es una zona de partida buena para él».

Larraz recuerda que en juveniles «se veía que era el mejor o de los mejores», pero iba tan sobrado que subió «un poco tonto» al Aragón. «Había muy buen equipo y jugó poco. En Segunda B le advertimos de que en esa categoría no se quedaría si no mejoraba. Hizo una pretemporada bastante buena y ya jugó toda la temporada. Futbolísticamente es muy bueno, pero a nivel de cabeza era inconstante, inmaduro. Ahora ha cumplido años, ve que está en el fútbol profesional, que es más fácil. Se ha dado cuenta de que puede ganarse muy bien la vida con el fútbol. Ya pasó lo peor, como les ocurre a muchos de la etapa juvenil a la sénior».

El técnico sabe que ha cambiado. «De pequeño tenía cierta tendencia a engordar, a echar culo, pero ahora lo veo muy fuerte. El año pasado ya estuvo a un gran nivel y este es casi el mejor del equipo, si no el mejor. Su progresión es de jugador de Primera».