Mari Luz Bernal es como los buenos vinos. Parece que no pasan los años para la portera del Unizar Dominicos. El pasado 3 de marzo cumplió 41 años y sigue creciendo debajo de la portería. Es la líder invisible de un equipo que ha firmado una gran temporada logrando la salvación en la División de Honor Plata a falta de seis partidos para acabar la competición. David Verdugo, el entrenador del equipo, tiene claro cuál es el secreto de su eterna juventud. «Su ilusión contagia al resto del equipo. Y como persona su valor aún se incrementa», explica el técnico colegial.

Es la más veterana con diferencia. «Pero no siento que tenga 41 años. He perdido flexibilidad y cada vez me cuesta más estirar. También se pierde explosividad. Pero he ganado experiencia y conozco a toda la gente con la que me he enfrentado», explica la portera, que no piensa en la retirada. «De momento voy temporada a temporada. Si me veo bien y sin lesiones, a seguir disfrutando. El día que falle y no me vea cómoda, será el momento de colgar las botas», reconoce con sinceridad.

Lleva casi toda su vida en el balonmano. Se inició en La Jota con diez años. «Probé y me gustó. Me pareció un deporte completo y con mis compañeras lo pasaba bien. Entonces el balonmano femenino no estaba muy bien visto. El primer año jugué de todo y con 12 años comencé en la portería». En La Jota estuvo hasta la categoría sénior. «Hubo problemas económicos y fiché por Rótulos Plasneón Cristo Rey. Allí estuve diez años y llegamos a jugar en la División de Plata. Fue mi mejor momento con Juan Luis López como entrenador», dice.

En el 2012 se fue con las amigas a Maristas. «Allí hicimos una buena piña en Primera». Hasta que en el 2017 decidió irse a Dominicos. «Tenía 39 años y me costó decidirme. Me preguntaba qué hacía con esa edad volviendo a la División de Plata. Pero no lo dudé. Tenía la opción de enfrentarme a equipos mejores y eso me hacía madurar. Había que aprovecharlo». Ahora le queda tan solo Colores para haber estado en las cinco canteras más importantes del balonmano zaragozano. «Y me llamaron este verano», reconoce.

Bernal no se ha arrepentido de haber fichado por Dominicos. «Lo tienen muy bien organizado. Trabajan mucho y muy bien la base. Hacen campus para captar a jugadores y por eso tienen frutos», indica. Con una segunda vuelta tan buena, a Mari Luz se le va a hacer corta la competición. «La unión de las integrantes del equipo, el sacrificio, el esfuerzo y, sobre todo, la superación de las adversidades que se nos han presentado a lo largo de la Liga han hecho que el equipo madure».

Bernal ha tenido nivel para jugar en la Liga Guerreras. Pero el reloj competitivo corre cada vez más rápido para cerrar su círculo deportivo. «Es lo máximo y hubiera sido la guinda. Pero he aprovechado y he disfrutado mi vida en el balonmano. Antes era más complicado. Ahora las mejores se han ido fuera y los clubs han tirado de cantera. Quién sabe si podría haber logrado este sueño», reconoce.

El puesto de portera es decisivo dentro de un equipo de balonmano. Sin una gran jugadora en este puesto el grupo tiene todas las de perder. «Las porteras somos las eternas olvidadas. Estamos en un puesto decisivo. Cuando lo haces bien se nota mucho y cuando fallas, también se ve. Aunque dependes de las compañeras, y si el bloque lo hace bien, el trabajo puede ser más fácil», apunta la veterana.

Dentro de la cancha no hay nadie como ella hace muchos años en el balonmano aragonés. Es muy regular, intuitiva y cuando entra en racha ya se pude poner a temblar el rival. «Mi jugada preferida es el contragolpe. Hago los pases precisos para que mis compañeras metan gol. Hace falta que lo consigan, porque se lo pongo a huevo». Lo peor para Mari Luz es que tiene «manía a los tiros desde los extremos y las vaselinas, que son lo peor». Solo le queda meter un gol para retirarse feliz. Nunca lo ha conseguido en tres décadas. «Como mucho la he tirado al palo la pelota. Esperemos que llegue pronto».