Vanina Correa es sinónimo de esfuerzo y superación en el fútbol. La cancerbera de la selección argentina tiene a sus compañeras rendidas ante ella durante el Mundial femenino que disputan este mes en Francia. Coraje, fuerza y entrega caracterizan a una mujer que con 35 años y tras volver de ser madre de mellizos, fue absoluta protagonista del encuentro de la albiceleste ante Inglaterra en el Estadio Océane durante el segundo partido del Grupo D que se disputó en Le Havre.

La sufrió una de las estrellas inglesas, Nikita Parris, cuando en el minuto 28 vio a la portera volar para atajar el penalti que les habría puesto por delante. Mediada la primera mitad, Vanina mantenía a la albiceleste dentro de un partido que terminó perdiendo por tan solo un gol.

No fue la única parada, y precisamente por su protagonismo evitó una goleada mayor. Pese a la derrota, la FIFA la consideró mejor jugadora del partido, algo que le dejó una sensación agridulce al finalizar el encuentro.

Pero la historia de Vanina va más allá del terreno de juego. Dos años después del último Mundial disputado por Argentina, en el 2007, decidió colgar las botas. La rosarina reflejaba el amateurismo del fútbol de su país para las mujeres, donde no podía compatibilizar su oficio, cajera, con el deporte. Cuando en 2014 tuvo a sus mellizos, Luna y Romeo, jamás pensó que volvería a jugar al fútbol de alto nivel. Menos que acabaría disputando un Mundial 12 años después.

La portera tiene claro que detrás de la estirada ante Parris estaban sus dos hijos. «Me dieron el empujón para llegar al balón», explicó posteriormente en la zona mixta del estadio. «Estaba retirada totalmente y no tenía pensado volver», decía en el canal de la FIFA antes del torneo. «Empecé a jugar con unas amigas, fuimos a un torneo a Mar de Plata y me encontré al seleccionador. Me preguntó si quería volver al equipo, pero tenía que pensarlo. Al tiempo me volvió a llamar. Le conté que mi situación era otra, que tenía a los mellizos. Cuando fue a dar la cita me volvió a preguntar», explicaba. Ante el ultimátum, Vanina no lo dudó. Estaba ante su última oportunidad. «Le dije que volvía». Y ahí está.