Que los equipos se construyen desde atrás en un axioma irrefutable. De los cabeceros de las camas de los entrenadores más cejijuntos y de los más abiertos de mente y de libreta, cuelga esta sentencia pese a que sean los goleadores los que pueblan sus sueños y ocupan el corazón del seguidor. Solo un portero en la historia, Lev Yashin, fue merecedor de un Balón de Oro. Solo dos defensas, Franz Beckenbauer en dos ocasiones y Fabio Cannavaro en una, consiguieron el preciado trofeo. Sin embargo, no hay equipo en la amplitud de su significado que logre objetivos sin este tipo de futbolistas que, en teoría, tienen la función de desmontar o destruir las obras de arte. Unos juegan con las manos y otros se ocupan de borrar las huellas de los botines de cristal de las estrellas. Visto así, su trabajo se simplifica en exceso y adquieren la tramposa figura de peón en el tablero.

El Real Zaragoza actual, que suma dos victorias consecutivas --una de ellas brillante en Gijón-- para continuar saliendo de un oscuro pozo, puede certificar que ha perdido mucho tiempo por insistir en ejes defensivos vulnerables, de una flojera considerable. Luego por desoír a a tirios y troyanos, todos coincidentes, en sus peticiones de que se produjera un cambio radical en el orden de mando de esa parcela. No hubo forma hasta que el equipo ha tocado fondo, después de suficientes episodios para constatar que Verdasca y Perone son dos fiascos y que Grippo raya la normalidad más insípida. El conjunto aragonés se ha ido descosiendo por casi todas las costuras, pero no es casual que desde que Guitián y Álex Muñoz son pareja de baile en la pista, un equipo deshuesado haya pasado a lucir una estructura ósea de lo más sana. Está claro que el árbol crece desde la raíz. Es indudable que Víctor Fernández ha sabido regar ese jardín sin vida, pero antes ha habido que atender al jurado popular. Porque el fútbol es precisamente una ciencia de la calle que tiene la autoridad de sortear los despachos.

En otras ocasiones, cuando hubo triunfos tuvieron diferentes formas, en ocasiones muy distintas. En Gijón se lograron los tres puntos por una estupenda actuación coral, plena de velocidad, de buenos decisiones y de seguridad contagiada y contagiosa. Sin duda todas ellas impulsadas por dos centrales que cumplen con su trabajo con rigor y puntualidad, con la impronta de los profesionales serios. Además, ambos llevan o trasladan con cierta elegancia la pelota y desprenden una contundencia rotunda y necesaria para esa posición. El lucimiento del resto de las fichas depende del carácter de estas. El Real Zaragoza ha mejorado colectiva e individualmente desde que mira hacía atrás y ya no siente que va a ser atropellado, que hay dos tipos despiertos y en alerta durante los 90 minutos.

Hubo un momento que Lucas Alcaraz lo expuso cuando apostó por la cantidad para rasear esa pared que se caía a cachos. Tres centrales y una monstruosidad con Delmás y Nieto en los flancos del triángulo. La casa, el supuesto y ambicioso proyecto, se vino abajo. Igkekeme ha vuelto a ser el que era, al igual que Lasure; y Pombo se ha elevado a un nivel que no es de este mundo sino de superior categoría. El equipo tiene otra cara desde la normalización de las cosas, no desde la defensa a ultranza de posiciones indefendibles, y el descenso comienza a observarse como una anécdota porque Muñoz y Guitián están a la hora y en lugar adecuado.

Los regresos de Eguaras, por fin, y de Guti de sus lesiones han ayudado a darle al equipo un barniz diferente. Aunque nada hubiera sido igual de seguir enrocándose en una zaga mediocre, imprevisible y descoordenada. No van a llevarse ninguno de los dos el Balón de Oro. Su cometido es que el resto brille sin caer ellos en zonas sombredas de su trabajo, en fallos que pueden cometer pero en absoluto insistir. Y más atrás, aquí sÍ que hay un personaje al que no le sobrarían trofeos en las vitrinas si tuvieran que entregárselos sus compañeros. En El Molinón hizo dos de esas paradas tan suyas que, posiblemente, evitaron el empate del Sporting. Cristian Álvarez. El buen rocanrol se compone en la caverna de los equipos.