Portugal sigue de fiesta. De la grande. De la que se disfruta de verdad. De la que no se olvida. El "Portugal, alé", el cántico de origen argentino adoptado por los portugueses como grito de ánimo a su selección, se escucha con más fuerza que nunca. Retumba por todo el país, de Norte a Sur, de Este a Oeste. Y sale de lo más profundo del corazón. Del orgullo de un pueblo que ha recuperado el sentimiento patriótico y sueña con ganar esta Eurocopa. Están cerca, casi la tocan, pero todavía queda lo más difícil: la final. Aunque si fallan, si la pierden, siempre les quedará en el recuerdo la mágica noche vivida ayer en el estadio José Alvalade de Lisboa. El día en el que Figo volvió a deslumbrar como antes, Luiz Felipe Scolari se ganó el cielo y Holanda despidió a una generación de buenos futbolistas a los que siempre les supera la presión en el momento de la verdad.

La generación dorada

Portugal se lanzó ayer a la calle. Esperó a que un emocionado Scolari fuera estrujado por su equipo de colaboradores y a que los jugadores saludarán desde el centro del campo, como los grandes toreros, para marcharse de casa e ir a celebrarlo por todo lo alto hasta altas horas de la madrugada. Es la primera final de su historia. Y lo han conseguido gracias a la generación dorada que ganó dos Mundiales sub-20 en 1989 y 1991. El fútbol les debía una oportunidad. Tenía una asignatura pendiente con ellos por todo el buen juego que han aportado en estos últimos años. Y el destino se la ha concedido.

Son los organizadores, tienen a todo un país a su lado y a un mago en el banquillo. ¿Qué más se puede pedir? Felipao les prometió las semifinales y ha ido un escalón más allá. Portugal ya tiene su final. Por eso es un héroe. Por eso le adoran y le piden que se quede. Y él, que es zorro viejo, sólo les pide una cosa: calma. La fiesta ya llegará el domingo.

¿Y Holanda? ¿Qué le queda? Nada. Otra vez se estrella a las puertas de una final. Le sucedió en la Eurocopa del 2000 y la historia se repite. Es una derrota que invita a la reflexión. Es el final de Advocaat como seleccionador y de jugadores como Stam, De Boer y Van Hooijdonk, que ya han hecho pública su renuncia a la selección, pero puede ser también el fin de una etapa para otros veteranos como Overmars y Cocu que meditan dejar paso a los jóvenes. La naranja mecánica está exprimida. Es la hora de Marco van Basten como seleccionador. Es la hora de que Cruyff abandone su púlpito, deje de criticar y se implique en el proyecto como le pide el presidente de la federación holandesa. Holanda ha vuelto a demostrar que le falta carácter para jugar una final. Se ha de conformar con vivir, una vez más, del recuerdo del título de 1988. Y ya han pasado 16 años. Ahora le toca a Portugal.