Antes de pasarse en su jubilación al pádel, la extrenadora apostó por el mayúsculo reto de dirigir a un equipo masculino de volebiol en la élite. En su dilatado currículum destaca por encimade todo el primer ascenso a la Superliga del Club Voleibol Zaragoza.

Nada más terminar la licenciatura en Ciencias y Actividad Física del Deporte, Manoli Mainer comenzó sus primeros pasos enseñando a pasar bolas por encima de la red de 2,24 metros entrenando a las chicas en la ya extinguida Universidad Laboral. A pesar de su amor por el voleibol, la pasión de la aragonesa por el deporte le hizo formarse en otras disciplinas como el atletismo, el balonmano y el bádminton.

El gen competitivo de Mainer siempre ha estado presente en su vida. «Tengo un temperamento terrible, entrenábamos todos los días y les impuse mucha presión a las jugadoras. Jugaban para mí y quise que hicieran cosas imposibles». Su ansia de ganar le sirvió para conseguir un histórico ascenso a División de Honor en 1979 que no pudo disfrutar porque la mayor parte del equipo acabó su etapa estudiantil y tuvieron que ceder su plaza. «Me quedé sin equipo porque las jugadoras se marcharon a estudiar fuera y tuvimos que renunciar a nuestra plaza».

Estos éxitos en su tierra le sirvieron a Mainer para recibir la llamada de la selección española de voleibol, donde fue durante diez años entrenadora de las camadas de jóvenes y después directora adjunta. Aunque Mainer nunca pudo dar un paso más y desde la Federación no apostaron por ella como seleccionadora. «Las mujeres siempre tenemos que demostrar más que los hombres allá donde vayamos. A pesar de tener mayores conocimientos que un hombre no podemos parar de trabajar porque nos tenemos que hacer respetar».

Esta experiencia en la selección le abrió las puertas de entrenar por primera vez en su vida a un equipo de voleibol masculino. «Estaban entrenando solos y tuve la personalidad de acercarme para ver cómo era la sesión. Cuando acabaron, les llamé y me ofrecí como entrenadora ya que sabía que no tenían a nadie que los dirigiese», asegura Mainer, que de esta particular forma comenzó a entrenar hombres en el Huérfanos Hípica, antes de pasar por el Stadium Casablanca y el Universidad de Zaragoza en dos etapas diferentes. «Entrené hombres porque di el paso. Ellos necesitaban una entrenadora que entendiese de voleibol y yo les di todo eso», afirma. Su mayor logro fue conseguir por primera vez el ascenso a la Superliga masculina con el Universidad, actualmente Club Voleibol Zaragoza, en la temporada 2002-2003, aunque la situación comenzó a torcerse cuando el profesionalismo llegó al voleibol zaragozano.

«Es un hito que una mujer entrenase a un equipo de hombres en la Superliga. Es una cosa que nunca volveremos a ver». Su experiencia le ha permitido a Manoli conocer la virtud de tener una visión particular de las diferencias entre las disciplinas masculinas y femeninas del voleibol. «Es un error comparar el deporte masculino con el femenino ya sea en voleibol como en otro deporte. El machismo es muy grande a nivel comparativo. Sería lo mismo comparar el deporte absoluto con el cadete. Hay que ver el contexto de cada deporte», explica Mainer, que reconoce que para ella es más atractivo de ver el voleibol femenino de alto nivel que el masculino.

Actualmente, la exentrenadora sigue en forma y sin haber perdido la ilusión por enseñar. Mainer ha cambiado los balones de voleibol por las raquetas de pádel y está entrenando en el Homsa Sport Pádel de Zaragoza, que solamente cuenta con mujeres en su plantel. «Las mujeres somos diferentes de los hombres en lo psicológico, no somos ni mejor ni peor, somos diferentes. A las mujeres nos cuesta comprometernos pero en cuanto lo consigues siempre van a dar el máximo», concluye una mujer que hizo historia en el deporte aragonés.