Las aguas nunca han bajado revueltas para Víctor Muñoz en La Romareda, más allá de algún reproche aislado por cambios puntuales. El estadio es el juez de lo que sucede con el Real Zaragoza, donde se suben o se bajan los pulgares, pero fuera de sus cuatro paredes la calma alrededor del entrenador ha sido mucho menos chicha, tanto dentro de la propia SAD como lejos de su ámbito de influencia. La confianza de la nueva propiedad en Muñoz no es ciega, como tampoco lo es la de una parte de la ciudad.

Los últimos triunfos, tres seguidos y que han acercado al equipo a la parte alta, han calmado el ambiente en torno al técnico. Contra las victorias cualquier argumento acaba difuminado. Víctor Muñoz sabe dónde está. Y tiene claro qué camino va a seguir en el Real Zaragoza. El de sus principios. Hacer siempre y hasta el final su voluntad. Si tiene que mantener a Whalley lo mantendrá, si tiene que mandar que Muñoz regrese de Mallorca a las cinco de la mañana lo mandará, si tiene que seguir con Rubén con Vallejo de vuelta lo hará... Acertará o se equivocará, pero hará lo que le venga en gana.