La ciclotimia mostrada por el Real Zaragoza en Albacete abre posibilidades de análisis para todos los gustos. El equipo dejó una primera parte para la depresión y una segunda, si no para la euforia, sí al menos para un esperanzador optimismo. No obstante, en medio de ese carrusel de sensaciones en que vive el Zaragoza estas últimas semanas trascienden algunos problemas que continúan sin resolverse y que se repiten como un preocupante patrón. De un vistazo general se observa que el conjunto de Idiakez sufre irremisiblemente cuando el rival le cierra los espacios, circunstancia que tendrá que aprender a sortear porque va a encontrársela más de una vez. Con una mirada más concreta, la defensa de este Real Zaragoza sigue siendo un punto débil, muy débil.

En Albacete volvió a encajar dos goles, como en Almería y frente al Lugo, lo que ya de por sí resulta inquietante. Obligarse a marcar tres goles cada día para tener opciones de triunfo es una heroicidad que quizá no esté al alcance de ningún equipo, sobre todo en Segunda. Además, los dos tantos recibidos ayer llegaron a balón parado, situaciones que pueden y deben corregirse. El primero, a los dos minutos, en una aparentemente inocente falta en el centro del campo sacada a la espalda de Lasure para que Acuña la pusiera entre los centrales y Rey Manaj anotara. El segundo, poco más de un cuarto de hora después, en un córner botado al primer palo que nadie acertó a despejar y en el que Verdasca acaba siendo el último en tocar.

Dos goles en contra en 20 minutos son una rémora muy difícil de sacarse de encima. Más aún si el equipo sigue sufriendo en cada centro lateral, en cada balón a la espalda, en cada acción de estrategia. No fue el mejor día en defensa de Lasure, sufrieron los centrales con cambios y recambios incluidos, tampoco brilló Benito, ni apareció durante la primera parte esa presión alta que iba a ser la seña de identidad de este equipo. Para colmo tuvo mala suerte Idiakez con las lesiones. Puso a Perone por Grippo, dejando a Álex Muñoz directamente fuera de la convocatoria, y a los 37 minutos tuvo que salir el suizo por la lesión de Verdasca.

Además del luso cayó Papu y tuvo que entrar Marc Gual. No hubo mucho cambio por atrás pero sí mejoró al equipo la entrada del delantero, que supuso la vuelta a los tres delanteros, con Pombo ocupando el vértice alto del rombo. Con ese tridente ofensivo el equipo sí fue capaz de aprovechar los espacios que se encontró, o que le dejó amablemente el Albacete, para darle un sentido al balón y empezar a crear ocasiones. Así fue mejor, más reconocible, y pudo empatar el partido por medio de Gual y Álvaro Vázquez. Pero su endeblez atrás le dejó sin un premio mayor.