Con la interminable caída en picado de la segunda vuelta, la cercanía de los puestos de descenso a Segunda B y el canguelo consiguiente, las expectativas de futuro del Real Zaragoza parecen haberse reducido exclusivamente a una tarea: garantizar la permanencia en la categoría, tirando la toalla para empresas mayores. Se trata de una mezcla de realismo deportivo, de fatalismo existencial, de resignación y de falta de confianza en el nivel del equipo. Con abril ya entrado y el riesgo de descenso tan próximo, lo primero es lo primero. Asegurar la salvación. Pero tan cierto como eso es que esta Segunda paupérrima todavía le puede conceder una oportunidad de más altura al Real Zaragoza si ya, no mañana ni pasado, es capaz de ganar por fin un partido.

Con Víctor Muñoz las sensaciones han mejorado y la actitud, la predisposición ante el trabajo y el orden táctico, también. Pero con él no han desaparecido los serios problemas defensivos ni han llegado aún los buenos resultados. Si llegan hoy, aún habrá tiempo para todo. Si no, para poco más que para amarrar la salvación.