A menudo en esta ciudad la cantera se utiliza como arma arrojadiza. Para argumentar a favor o para hacerlo en contra. En estos momentos, en cierto modo porque al club no le ha quedado más remedio y en alguna medida por convicción en un escenario con serias limitaciones financieras, el Real Zaragoza ha construido una pasarela entre la Ciudad Deportiva y La Romareda. Por ahí han entrado Lasure, Pombo, Nieto, Soro, Guti, Delmás y Clemente, futbolistas criados aquí desde niños, o Pep Biel y Ratón, casos con matices diferentes pero que han usado su paso por el filial como perfecto trampolín.

El resultado es que el 30% de la plantilla está formada por chicos de la casa, de 25 años o menos. La cantera no es buena ni mala en sí misma, lo es por el nivel de cualificación que alcancen sus jugadores. Esta camada ya ha contrastado su categoría con el entorno en el que le ha tocado competir: estamos ante un grupo heterogéneo, con un jugador con un potencial muy importante por su distinción técnica (Soro) y otro con unas capacidades físicas y futbolísticas también especiales, aunque aún no concretadas (Pombo). Ambos son la punta de lanza de una generación en la que Clemente es un proyecto esperanzador. El resto ha demostrado que son útiles al proyecto. Lasure ha bajado su rendimiento pero el año pasado jugó como para que el Eibar ofreciera 1,7 millones por él, Nieto está en su punto más álgido, Guti es un centrocampista sólido para Segunda, Biel ha empezado a abandonar su timidez y Delmás cumple con su rol. Como Ratón, un buen segundo portero.

Estamos, por tanto, ante una base de jugadores amplia que, desde sus roles, suma al colectivo. Más o menos, pero suma. El problema es cuando tienen que asumir un protagonismo superior a sus capacidades y que trasciende sus papeles. Eso no es para ellos, al menos no para todos ellos. Es para los jugadores que el club firma con buenas fichas y que son los que han marcado, marcan y marcarán la altura de vuelo del equipo.