El Huesca tiene un punto más de confianza. El nuevo sistema diseñado por Francisco funcionó ayer en Anoeta, al menos, en lo que a la adquisición de fortaleza defensiva se refiere. Con tres centrales, dos carrileros y otros tantos delanteros, el objetivo era diáfano: sacrificar la profundidad de Ferreiro para adquirir robustez y solidez atrás y, a ser posible, dejar la portería a cero por primera vez en toda la temporada. El plan funcionó durante todo el encuentro, con un Huesca dispuesto en líneas muy juntas a la caza y captura de rápidos contragolpes que metieran el susto en el cuerpo a la Real, a la que el cambio de planes del técnico rival pareció cogerle por sorpresa.

El superpoblado centro del campo oscurecía a Illarramendi y abocaba al equipo donostiarra a tratar de explotar los costados, donde Zaldua y Theo daban ciertos problemas a Akapo y Miramón, aunque el Huesca no perdió nunca el norte. Ni la paciencia. De hecho, suyas fueron las mejores ocasiones de un primer periodo en el que Herrera, en la medular junto a Moi y Rivera, fue el primero en avisar, pero su gran disparo desde el borde de la media luna del área se estrelló en el poste derecho de la portería defendida por Rulli. De nuevo, la fortuna era esquiva a los azulgranas que, en todo caso, ya habían provocado los primeros sudores fríos a los locales.

La Real apretó los dientes y, en apenas un par de minutos dispuso de dos ocasiones merced a sendos disparos de Sandro y Merino que se escaparon por poco. También Akapo lo intentó en el otro lado, pero sin fortuna.

Hasta el descanso, el partido quedó inmerso en una fase de disputa en la que apenas había acercamientos al área enemiga. Hasta que, a apenas cinco minutos del descanso, el Huesca encontró una rápida contra en la que Gallego habilitó a Cucho para que el colombiano mirara a los ojos a Rulli, que sacó su certero disparo con la punta de los dedos. El argentino había salvado a su equipo, aunque, en el saque de esquina posterior, estuvo a punto de resarcir a Cucho, que no aprovechó la mala salida del meta.

La reanudación no cambió demasiado el guion. El Huesca, bien colocado y derrochando solidaridad y trabajo, suponía un serio problema para una Real Sociedad que no encontraba huecos ni espacios. Apenas un inocente ensayo de Sandro desde muy lejos y un acercamiento de Willian José, bien tapado por Insua, configuraban todo el arsenal ofensivo de los donostiarras, cada vez más desquiciados.

El Huesca, a lo suyo, comenzaba a acusar el lógico desgaste acumulado por semejante derroche de trabajo. El cansancio, de hecho, suponía una amenaza bastante más peligrosa que la Real, cuyo entrenador recurrió a la profundidad de Januzaj en busca de llegadas desde la derecha.

Francisco reaccionó y dio entrada a Musto en lugar de un cansado Herrera, lo que supuso que Rivera pasara al interior derecho y Moi al izquierdo. El dibujo no cambiaba y tampoco la intención: desconectar a la Real Sociedad y aprovechar un posible error para llegar con peligro.

El conjunto vasco tenía el balón pero no sabía qué hacer con él. La gran faena defensiva de todo el equipo oscense tenía en sus tres centrales a los mejores exponentes aunque especialmente efectivo fue el trabajo de Insua, atento al corte, rápido en los cruces y siempre eficaz. Un seguro para Santamaría, que vivió uno de los partidos más plácidos de su carrera.

Así que a la Real no le quedaba más remedio que empezar a colgar balones al área azulgrana en busca de Willian José o de una segunda jugada. Tampoco eso le salió bien. Porque el Huesca tapó todo y lo despejó todo. Eso sí, ni rastro de presencia ofensiva más allá de unas cuantas carreras de Cucho y Gallego que no llegaron a ningún sitio.

El paso de los minutos dejaba claro que el punto ya era sagrado y que había que centrar todos los esfuerzos en retener tan suculento botín. No por el valor en sí del empate ni por recortar distancia con la salvación, sino por la dosis extra de confianza que supondría dejar, al fin, el marco sin perforar después de más de una veintena de partidos. Así que Francisco refrescó a su escuadra, dando entrada a Chimy y a Ferreiro en lugar de los dos delanteros. Velocidad arriba en busca de un balón suelto pero, sobre todo, piernas para trabajar.

Hasta el final, pasó lo que el técnico azulgrana pretendía. Nada. La Real seguía estrellándose en el muro oscense y su ofuscación y el cronómetro hicieron el resto. El Huesca tiene su punto.