A estas alturas y con la imperiosa necesidad de sumar de tres en tres, el punto sumado ayer por el Huesca en feudo del Espanyol no puede ser bueno. Quizá tampoco malo, pero, en todo caso, insuficiente. Sobre todo, porque la nefasta primera parte del equipo aragonés provocó que su notable rendimiento en la segunda le dejara a medias. El partido, pues, tiene moraleja para los de Francisco: el camino de la primera mitad es el más rápido hacia la Segunda División. El de la reanudación marca la senda de la esperanza.

Porque el Huesca inicial fue desalentador. Un equipo asustado, nervioso, blando y frágil. Un grupo desnortado de jugadores sin agresividad ni claridad de ideas. Un conjunto preso del miedo a morir y todavía malherido por la derrota del pasado lunes ante el Athletic. Ni rastro de aquella escuadra valiente dispuesta a hacer de cada batalla una lucha a muerte por la vida. Triste, apático y débil, el equipo azulgrana entregó algo más que el balón al Espanyol, que, cómodo y seguro, campó a sus anchas a lo largo de todo el primer periodo.

Y eso que la escasa amenaza del oponente pareció desorientar al principio a los catalanes, que solo conectaban con Borja Iglesias a través de pases a la espalda de Darder, siempre demasiado suelto. Demasiado libre. El gallego, en cambio, no se mostraba lucido en los últimos metros.

El peligro del Espanyol era Wu Lei, que, a base de verticalidad y dinamismo, se imponía a toda la retaguardia oscense. El chino fue el que más cerca estuvo de marcar, con dos grandes disparos que se marcharon desviados por muy poco a la izquierda de Santamaría. El reloj alcanzaba los primeros veinte minutos y el Huesca no daba señales de vida.

Los defensores azulgrana, cada vez más nerviosos, pagaron caro el enésimo error de la noche. En esta ocasión fue Etxeita el que cometió una innecesaria falta al borde del área sobre Melendo que Granero mandó directamente a la escuadra. El tanto castigaba la indolencia de un Huesca desconocido. Impropio. Infame.

El arsenal ofensivo de los de Francisco durante el primer periodo se redujo a un flojo, centrado e inocente disparo lejano de Enric Gallego que Diego López detuvo sin apuros. Chimmy Ávila, demasiado acelerado, aportaba bien poco. Al igual que Moi. Juanpi nada.

El descanso debía cambiarlo todo. Solo por ahí pasaban las esperanzas de un Huesca que se encontró, en el primer minuto de la reanudación, con lo mejor que le podía pasar. Un remate desviado de Galán acabó en la espuela de Pulido, que se inventó una asistencia de lujo a Etxeita, cuya culminación estuvo a la altura del servicio. El tanto tranquilizó a los oscenses y descolocó a un Espanyol que ya no volvería a ser el mismo. Todo había cambiado.

El partido cambió de dueño y la figura de Enric Gallego creció por encima del resto. El punta ya había ofrecido en la primera parte detalles de su fútbol de altura, pero lo que sucedió tras el descanso fue una exhibición. Enorme por arriba, descomunal a ras de césped y derrochando inteligencia, Gallego, el mejor sobre el terreno de juego, habilitó poco después a Ávila para que el argentino disparara fuera por poco. Por fin, el Huesca tenía el partido y al rival justo donde quería.

Rubi se percató de que aquello no iba bien y tiró de banquillo en busca de sangre fresca. Pedrosa y Ferreyra sustituyeron a Didac y Granero, pero ninguno de ellos aportó gobernanza. Sin embargo, la lesión de Rivera redujo la capacidad de control de un Huesca que pasó a tener a Herrera en el puesto de mando de operaciones.

La caída del mediocentro, hasta entonces de lo mejor del Huesca, se había producido como consecuencia de un mal apoyo al intentar tapar un disparo de Wu Lei que el chino mandó al poste derecho de Santamaría. La llegada frenó el ímpetu oscense y animó a los locales, aunque la entrada al campo de Herrera y la posterior de Ferreiro ayudaron a volver a nivelar la balanza.

El Espanyol parecía encarar mejor la fase decisiva del encuentro. Ferreyra lo intentaba desde lejos sin fortuna y el Huesca parecía otra vez desnortado. Sin embargo, la entrada de un desacertado Semedo, la salida de Roca y la puesta en escena de Cucho aportaron a los azulgrana esa dosis extra de oxígeno y amenaza que había perdido.

El colombiano, en apenas diez minutos, estuvo cerca del gol en dos ocasiones. Una, al cabecear un centro demasiado fuerte de Galán y otra en una jugada personal que culminó con un disparo desviado. El Huesca salía del agujero y enseñaba las garras.

Pero los de Rubi ya no sabían si ir o venir. Si tirar hacia arriba en busca del triunfo o no arriesgarse a sufrir una derrota casi letal. Y el Espanyol aprovechó su confusión con un par de intentos carentes de puntería. El Huesca sumaba. O restaba.

Espanyol: Diego López, Rosales, David López, Hermoso, Didac (Pedrosa, m. 63), Roca (Semedo, m. 77), Darder, Granero (Ferreyra, m. 63), Melendo, Wu Lei y Borja.

Huesca: Santamaría, Akapo, Etxeita, Pulido, Diéguez, Galán, Rivera (Herrera, m. 67), Juanpi (Cucho, m. 81), Chimy Ávila (Ferreiro, m. 70), Moi Gómez, y Enric Gallego.

Goles: 1-0, m.20, Granero, de falta directa. 1-1, m. 46, Etxeita volea con el exterior una gran dejada de Pulido.

Árbitro: Hernández Hernández (colegio canario).

Tarjetas: Mostró la cartulina amarilla a los jugadores del Espanyol Granero y Semedo y a los del Huesca Etxeita, Chimy Ávila, Juanpi y Galán.

Incidencias: Alrededor de 20.000 aficionados en el RCDE Stadium.