Mientras el mundo teme que la sonrisa que ha acompañado a los invitados a los Juegos Olímpicos de Sochi se extinga con la llama olímpica y Rusia regrese a la imagen huraña y poco hospitalaria que la acompaña desde hace tiempo, el presidente del país, Vladímir Putin, seguía recogiendo ayer parabienes, pocas horas después de la ceremonia de clausura de unos Juegos que entronizaron también al país anfitrión como la mayor potencia de los deportes de invierno, por primera vez desde Lillehammer-94.

La delegación rusa no encabezaba el medallero de unos Juegos blancos desde esa edición celebrada en Noruega, donde logró 11 medallas de oro. Pero la satisfacción de Putin era ayer doble, ya que recibió la felicitación del COI, en la persona de su presidente, el alemán Thomas Bach, en el desayuno institucional de agradecimiento. "Lo que en otras partes del mundo costó décadas, aquí se ha hecho en solo siete años. Es increíble lo que ha sucedido aquí en los últimos años. Yo vine hace 20 y parecía que los techos de las casas iban a caer sobre nuestras cabezas. Agradezco al presidente Putin que haya hecho unos excelentes Juegos de invierno para los atletas", aseguró Bach.

El presidente del COI no recordó que los de Sochi han sido los Juegos más caros de la historia (37.000 millones de euros, más que todas las ediciones de invierno anteriores juntas) y que el legado que dejarán está en el aire, más allá del escaparate que ha supuesto estos 17 días de competición. Putin, ajeno a cualquier posibilidad de crítica, agradeció a Bach sus elogios y explicó las sensaciones que le habían dejado unos Juegos bautizados popularmente en Rusia precisamente como los Juegos de Putin. "La vocación de los Juegos de Sochi era presentar al mundo una Rusia modernizada, abierta y multiforme. Hemos demostrado que sabemos tratar a nuestros invitados y ser hospitalarios. Hemos hecho todo lo posible para que los atletas, los oficiales, los entrenadores y los periodistas gozaran de las mejores condiciones en esta fiesta".

"Rusia reencuentra su estatus de potencia deportiva más grande del mundo", titulaba ayer el diario Kommersant. "Para el deporte ruso, han sido los Juegos perfectos", añadía Vedomosti. Putin ya prepara el próximo escaparate: el Mundial de fútbol del 2018.