Quienes lo conocen bien aseguran que el auténtico Valentino Rossi (Yamaha) es el que emergió tras su absurda caída de Qatar, y no aquel que iba repartiendo saludos, besos y parabienes por todos lados. Quienes lo conocen bien aseguran que es amigo y colega de sus adversarios hasta que éstos se acercan tanto, tanto, que es necesario mantenerlos a raya a base de presión. Y, en eso, el doctor es un auténtico maestro.

Nadie dice que lo ocurrido el pasado domingo a Sete Gibernau (Honda) en Malaisia sea fruto de los ataques verbales e indiferencia mostrado por el que, hasta siete días antes, decía ser su amigo. Pero lo cierto es que el nieto de don Paco Bultó trabajó durante todo el fin de semana bajo una presión que no había tenido hasta entonces.

Ataque despiadado

Nada más caerse en Qatar, Rossi buscó la excusa de la penalización sufrida, tras la denuncia de Honda (no fue Gibernau quien apeló, sino la fábrica para la que corre), para atacar a Sete, a quien calificó de "niño acusica" por haber ido a contar a sus jefes que los mecánicos del italiano habían limpiado de arena la zona de la parrilla de salida que iba a ocupar su Yamaha. La dirección de carrera sancionó a Rossi con la última fila y, en su obsesión por alcanzar la cabeza de carrera, se cayó, perdiendo 25 puntos.

Rossi sabía bien lo que hacía cuando dijo, en Doha, que le retiraba el saludo a Sete. Pero dijo más. Hizo aún más daño. Atacó, menospreció, a Juan Martínez, técnico y mano derecha del piloto catalán, de quien dijo que "no lo conocía nadie hasta que trabajó conmigo y lo lancé a la fama". Es mentira. Martínez ya hizo campeón del mundo al australiano Mick Doohan, el profesor de Rossi.

El problema fue que Rossi, que antes de Qatar tenía el Mundial materialmente en el bolsillo --por cierto, un título que él descartó al inicio de temporada cuando aseguró que sólo pensaba en el 2005--, vio amenazado su reinado con la doble carambola conseguida en Doha por Sete: victoria y caída de Rossi.

El italiano inició en Doha una estrategia que completó a las mil maravillas, con toda la parafernalia que él sabe utilizar y manejar --especialmente periodistas y fotógrafos de los medios italianos, siempre ansiosos por crear polémica--, en el GP de Malaisia. El doctor llegó expresamente tarde a la conferencia de prensa oficial donde estaban Gary McCoy, Sete y Nick Hayden. Saludó amigablemente al primero y se interesó por la rodilla derecha herida del tercero. A Sete ni lo miró. Luego, se reafirmó en sus declaraciones de Qatar --"no me arrepiento de nada de lo que dije"-- y, tras lograr un nuevo y apoteósico triunfo, declinó, en plena vuelta de honor, responder a la felicitación de Gibernau. Eso sí, dijo irónicamente: "Sete ha hecho una gran carrera... la mejor para mí".