En medio del diluvio y del esfuerzo titánico de los jugadores para llevar a cabo una tarea que se pareciera al fútbol hubo dos momentos que no pasaron en absoluto desapercibidos para la grada: la lesión del Guaje , que no abandona su particular racha de mala suerte, aunque el golpe en el cuádriceps izquierdo --el clásico bocadillo -- que sufre no le debe impedir jugar contra el Espanyol, y el tremendo enfado de Movilla cuando Víctor decidió cambiarle en la segunda mitad, justo cuando el centrocampista madrileño mejor estaba jugando. Curiosamente, Generelo, su sustituto, marcó el gol del triunfo.

Pero si ese segundo instante dejó a la grada perpleja al ver el gesto del Pelado , antes se había quedado paralizada cuando Villa se dirigía hacia el banquillo para ser atendido de un rodillazo en el cuádriceps que le propinó Yezerskyy. Tanto éste como Lysytskyy ya habían avisado al Guaje , señalado en rojo por los informes del equipo ucraniano, y en una jugada en la banda izquierda a la media hora dieron caza a su víctima, que se revolvió con furia, empujando a su rival.

Un vano intento

Después, lo intentó. Estiró en la banda junto al fisioterapeuta y se vio con fuerzas para seguir. Sin embargo, fue un espejismo, no podía correr por el golpe y antes de diez minutos ya le daba paso a Soriano, poco antes del descanso. Su gesto de rabia al dar una patada al llegar al banquillo fue la imagen de la impotencia, de las ganas de superar un gafe que se está cebando con él. Al menos, el equipo fue capaz de terminar de dar la vuelta al marcador sin su futbolista más decisivo, que en principio estará en condiciones de saltar al terreno de juego el domingo con el ánimo de dejar por fin atrás esta mala suerte.

El cambio de Soriano por el delantero asturiano fue un relevo hasta cierto punto lógico, dadas las circunstancias del campo, pero menos lo fue el de Movilla, que hasta su salida estaba empujando a su equipo y que acababa de estrellar un balón al larguero. Al Pelado no le gustó la idea de su entrenador, se sacó con furia la camiseta y su mirada cuando dejó el campo valió por mil palabras, pero no le dijo ninguna, porque se fue directamente al vestuario.

Un desencuentro en toda regla entre el técnico y un jugador al que el propio Víctor le dio la vitola de imprescindible para que fuera fichado a golpe de talonario. Y otro dato: el pasado lunes, el centrocampista mostró su disconformidad con el entrenador, que aseguró que en Soria faltó tensión...