El Grand National ha debido esperar 182 años para tener reina. Y ha sido Rachael Blackmore, de 31 años, una de las tres mujeres que participaban en esta espectacular carrera y la que más convencida estaba de que podía coronarse. Lo ha conseguido a lomos de Minella Times, en una carrera muy táctica disputada entre sustos y caídas en el hipódromo de Aintree, en Liverpool.

Como en un cuento de hadas, Rachael ha sabido sortear con mucho temple cada obstáculo y mantener el control de la carrera a unos cuantos metros de Jett, el caballo que ha comandado casi toda la prueba en cabeza con unos cuerpos de ventaja sobre sus rivales. Ha sido tras la última valla, cuando la yoqueta ha exigido a su caballo para separase del resto de participantes y cruzar levantando el puño la línea de meta.

Emoción en la meta

Las primeras palabras que ha pronunciado la yoqueta han sido de emoción e incredulidad: No me lo puedo creer. Mi caballo ha saltado maravillosamente. He tratado de esperar lo máximo posible. Entonces, le he pedido y ha respondido a lo grande. Su victoria se ha pagado 11 a 1 en taquillas.

La misma emoción ha sentido su entrenador, Henry De Bromhead, quien también ha logrado su primer triunfo en la gran carrera. Es increíble. Es lo que sueñas. Rachael ha estado brillante. Es una suerte que monte para mí cuadra, ha dicho la ganadora, cuyo triunfo a relanzado una prueba que, pese a su prestigio, empezaba a languidecer.

Aintree, vacío por la pandemia y de luto por el fallecimiento de Felipe de Edimburgo, y el mundo hípico suspiraban por la victoria de Rachael Blackmore, en un año en el que la amazona está rompiendo todos los registros con sus victoriosas actuaciones. Este éxito devuelve la mejor tradición de las grandes carreras a un deporte que necesita de estas gestas de este tipo. Un sueño que para la yoqueta, la cenicienta del Grand National, ya es una realidad.