Ningún triunfo en Roland Garros es rutinario. Cada vez que Rafael Nadal afronta la conquista de un nuevo trofeo de los Mosqueteros esconde detrás una sorpresa, un récord, una línea nueva que escribir en su ya nutrida crónica de rey de la tierra batida. En el 2019 el mejor jugador de todos los tiempos sobre arcilla aspira a sumar su duodécimo Roland Garros y convertirse así en el ser humano que más veces ha ganado el mismo Grand Slam, un honor que comparte ahora con la australiana Margaret Court, que entre 1960 y 1973 sumó once Abiertos de Australia.

Eran otros tiempos. Nadal puede firmar esa gesta en la era más densa de grandes estrellas en el circuito masculino, lo que engrandece aun más su logro. Lo haría conviviendo con la enésima juventud del suizo Roger Federer, que ayer en su debut derrotó al italiano Lorenzo Sonego por 6-2, 6-2 y 6-4. También lo conseguiría frente a la madurez del serbio Novak Djokovic, número 1 incontestable del momento, que parece haber dejado atrás el bache de juego del año pasado y ahora busca encadenar su cuarto Grand Slam consecutivo.

Y, finalmente, Nadal lo lograría en medio de la ascensión de una nueva generación de talentos que vienen pisando fuerte, liderados por el austríaco Dominic Thiem, finalista de la pasada edición, que sueñan con jubilar de una vez por todas al tridente más prolífico de la historia del tenis. Pero Nadal sabe cómo dominar Roland Garros. La tierra batida, los cinco sets, el tempo del torneo y las dimensiones de la pista, juegan a su favor. A lo largo de los años, el español ha puesto todos esos elementos de su lado, convirtiéndolos en armas que usar en su beneficio.

La hegemonía de Nadal, que comenzó en el 2005, solo ha dejado un triunfo a Federer (2009, cuando el español sufrió su primera derrota contra el sueco Robin Soderling) y otro a Djokovic (2016, cuando se retiró con problemas en una muñeca) a lo que hay que sumar el del suizo Stan Wawrinka en 2015, año de la segunda derrota de Nadal.

Solo dos veces ha hincado la rodilla en la tierra de París y, como si de un reloj se tratara, su temporada parece programarse para llegar puntual a su cita con la capital francesa. También este año, que no ha sido el más brillante del español en la temporada de arcilla, donde ha sumado tres derrotas, tras dos años consecutivos en los que había llegado con una sola antes de París. Perdió ante el italiano Fabio Fognini en semifinales de Montecarlo, frente a Thiem en las de Barcelona y ante el griego Stephanos Tsitsipas en las de Madrid. Nadal, sin embargo, borró todo asomo de inquietud con su victoria en el torneo de Roma, derrotando en la final a Djokovic, una advertencia de que el rey de la tierra siempre protege su corona. El español llega en progresión ascendente y, nada más poner el pie en Roland Garros, parece haber recuperado el tono físico y el discurso sosegado, todo listo para un nuevo asalto a su torneo. Hoy, sobre las 13.00 (Eurosport), debutará contra el alemán Yannick Hanfmann.

Mientras tanto, Garbiñe Muguruza se mostró «feliz» de haber podido superar el susto inicial en su debut en Roland Garros, donde acabó ganando a la estadounidense Taylor Townsend tras perder el primer set. «Ha sido difícil, ahora mismo tengo una gran satisfacción por haber ganado. No la conocía, tiene un juego muy diferente, es muy zurda, me ha costado encontrarme bien, con muchos nervios», dijo Garbiñe. «En el primer set era una mezcla de todo esto, pero con el tiempo me he sentido mejor y he jugado con más inteligencia», agregó la española, que acabó ganando por 5-7, 6-2 y 6-2.

Muguruza indicó que se sigue sintiendo con presión en cada Grand Slam que disputa, pero menos que el año que llegó a París para defender el título que había conseguido en el 2016. La tenista de origen venezolana tuvo la fortuna de jugar el primer partido oficial de la nueva pista de Roland Garros, bautizada como Simonne Mathieu y con capacidad para 5.000 espectadores.