Después de la lesión de espalda sufrida en Australia, Rafa Nadal volvió ayer a jugar una final y esta vez logró vencer en dos sets al ucraniano Alexandr Dolgopolov en la final del Abierto de Río de Janeiro. Nadal despejó las dudas surgidas en las semifinales, cuando pasó serios apuros para superar a Pablo Andújar en una muerte súbita dramática (12-10), y levantó el trofeo de este ATP 500, disputado en tierra batida al imponerse por 6-3 y 7-6 (3), necesitando de nuevo un tie-break, pero con menos incertidumbre que el sábado. El líder de la ATP recuperó la concentración y el control de la pelota, jugó con cautela desde el fondo de la pista y se hizo dueño de la precisión en las bolas largas de la que careció en la víspera.

Sólo cometió cuatro errores no forzados en el primer set, mientras que Dolgopolov, muy agresivo, como había avisado Nadal en la víspera, se arriesgó mucho para buscar las líneas y ángulos con los que sorprender al número uno, lo que le costó cometer demasiados errores. Otra arma de Dolgopolov, número 54 del escalafón mundial, fue la potencia de su servicio, con la que facturó cuatro saques directos en el primer set y seis en el segundo. En ese capítulo, el número uno del mundo anotó tres saques directos en todo el partido, algunos de ellos rozando los 200 kilómetros por hora, demostrando que su espalda está en mucho mejor estado que en días anteriores. En la muerte súbita del segundo set, Nadal liquidó el partido con un gran golpe a la línea y un saque directo. El español sumó su título 62 e igualó a Guillermo Vilas como el séptimo tenista con mejor palmarés de la era Open.