--204 partidos oficiales y uno de los laterales zurdos que se mencionan alto en la historia del club.

--También jugué a veces de interior, otras de central... Intenté ser profesional, darlo todo y entrenar a tope, porque es la base para jugar. Yo lo tenía claro, tenía fuerza y potencia, pero técnicamente no era muy bueno. Mi secreto era el trabajo y le he sacado rendimiento.

--¿De dónde viene lo de Lagarto?

--De la mili. Un día estábamos tumbados al sol y un compañero vino y me dijo que me parecía a un lagarto. Y con eso me quedé.

--La afición zaragocista recuerda su pierna izquierda, su disparo.

--Tenía buen disparo con la zurda para las faltas, los penaltis y en jugada. No me lo pensaba mucho cuando había que darle. Y no había secreto, solo genética y potencia. Era un futbolista rápido y potente y la efectividad en el golpeo se puede ensayar, pero el componente genético es el que hay. Viene de serie, como los coches. A mí me gustaba mucho tirar a puerta y practicaba, pero yo no hice una pesa en mi vida. No sé qué habría pasado si yo hubiera hecho pesas, igual rompía las redes... (sonríe). En el Madrid me quedaba con Miguel Ángel y nos pegábamos un buen rato. Eso influyó, pero la base o se tiene o no se tiene.

--Aquel Madrid de Los Garcías se queda subcampeón de la Copa de Europa. ¿Duele esa espina?

--Yo venía desde abajo. Empiezo en el Madrid con 11 años, la categoría más pequeña que había entonces, coincidimos varios Garcías en el Madrid y se quedó así el nombre, porque parece que a los equipos hay que ponerles un apelativo. ¿Espinita? No. Lógicamente no ganar un título así siempre lo llevas, pero estoy satisfecho de lo que hice. Di todo lo que tenía, como el equipo.

--Viene al Zaragoza en enero de 1983 por 19 millones de pesetas.

--¿De verdad? No tenía ni idea. El Madrid era mi casa, pero cuando me ofrecieron la posibilidad del Zaragoza era la mejor y una salida habitual entonces. Me tenía que ir y para mí fue una sorpresa muy positiva desde el primer momento. El ambiente del club, la Ciudad Deportiva, un campo extraordinario, aunque ahora ya ha envejecido, o así lo veo por la tele... (sonríe). Y coincidí con gente que conocía de Madrid, como Señor o Morgado. Después se sumarían los Pardeza, Fraile, Pineda... Todo ayudó a que me sintiera muy cómodo, muy bien.

--Llega con Beenhakker de entrenador y Sisqués de presidente.

--Con Sisqués tuve poco trato porque no se dejaba mucho ver, pero con Leo me une una buena amistad. Lo vi hace un tiempo y nos dimos un buen abrazo. Yo venía de estar en el Madrid con Boskov, que fue un innovador impresionante. Y Leo se le parecía bastante. Era un técnico que te hacía entrenar de maneras distintas y eso es importante, porque no hay nada peor para un jugador que la rutina. Y, además, era muy directo, te miraba a la carita y te lo soltaba. Eso a mí me gusta, creo que es importante en un entrenador. Aproveché lo que Leo me enseñó, que fue bastante.

--Al llegar usted, Casuco pasa a la derecha y Señor a la media.

--Sí, con Barbas. Menudo centro del campo, con los dos, lo que valdría ahora... A Señor lo conocía bien, estudiamos en el mismo colegio en Madrid, en La Paloma, y jugábamos allí ya.

--Aquel Zaragoza del fútbol total del que Sisqués dijo que era mejor que el de los Magníficos... Se quedó en menos de lo esperado.

--Aquel equipo hacía muchos goles, con un fútbol alegre, llegando mucho a puerta. A toro pasado quizá se pudo lograr hacer más cosas con aquel Zaragoza, que funcionaba y jugaba bien, pero no llegamos a rematar la faena. Tampoco creo que pudiéramos optar a la Liga, como decía el presidente, pero sí quizá estar un poco más arriba.

--Enzo Ferrari es su siguiente técnico aquí, en la 84-85.

--Era directo y cercano. Era italiano lo que marca tendencia a echarse atrás. Pasamos a ser más defensivos, pero como entrenador me quedó buena opinión de él y aprendí cosas.

--Y Ángel Aznar de presidente.

--Con él ganamos aquella Copa del Rey, un recuerdo imborrable en la 85-86. Empezó la temporada un poco rara, se habían ido algunos jugadores como Barbas, no le cogíamos el punto, en el vestuario no había un ambiente muy bueno, con tristeza y pesimismo, y cogimos los más veteranos y decidimos salir a cenar todos los martes. Había dos que elegían sitio y hora. Y eso fue importante, determinante, porque la alegría volvió, empezó a funcionar esa unión, llegaron los buenos resultados, la Copa, la gran trayectoria en la Liga.... Todo fue sobre ruedas.

--Con Luis Costa en el banquillo.

--Era distinto a Enzo y a Leo, era un poco rutinario, sabías lo que ibas a hacer cada día, pero su principal virtud era saber sacar a los jugadores lo que tenían. Tengo un buen recuerdo de él, aunque tuve algún pequeño roce, porque me gustaba tomarme una cervecita de vez en cuando y eso no lo comprendía. Tras los partidos y, cuando parábamos a echar un bocadillo, en vez de tomarme un refresco, que lo veía más perjudicial, me cogía una cervecita y no lo veía muy bien.

--En aquella temporada llega Rubén Sosa, con 70 millones de pesetas de por medio.

--Venía de otro fútbol y de otra sociedad. Era un tipo muy humilde y empieza a disponer de más dinero, a disfrutar de cosas que no había tenido. Yo hice buena relación con él, salíamos a cenar con nuestras parejas. Entre todos intentamos arroparlo, porque era muy joven. Hubo que guiarle, pero era sensato y profesional. Le costó adaptarse, pero cuando empezó a funcionar el equipo lo notó mucho porque veía puerta con facilidad.

-Aquel Zaragoza tenía mucha calidad y la Copa lo convierte en un equipo histórico. 20 años después se levantaba un título.

--Había gente de mucho nivel de fuera como Rubén Sosa, Herrera, Pardeza, Casuco, pero también los de la casa como Güerri, Vitaller, Juan Carlos o Casajús aportaban mucho.

-Lo pasan mal en la vuelta de semifinales con el Madrid, ¿no?

--Es que venir al Bernabéu es capear el temporal y sufrir. Son equipos muy grandes y con un poderío tremendo. Eso lo viví yo desde los lados. Sufrimos pero pasamos a la final.

-Antes la distancia con los dos grandes no era tanta como ahora, se les quitaban títulos.

--Se han agrandado las diferencias, con dos equipos muy por encima del resto, con Atlético, Valencia y Sevilla a segunda línea. Es un problema sobre todo económico, el reparto de televisión no es el más adecuado.

-En la final, el Barcelona

--Fue una alegría tremenda, una fiesta y un título currado a tope, porque dimos todo y más. Estaba habituado a ganar cosas con el Madrid, pero las celebraciones eran nulas. Hoy ganan algo y van a Cibeles, pero nosotros hacíamos una cena y vale.

-El gol de Rubén Sosa decidió.

--Ganamos, pero podíamos haber perdido. El Barça tuvo ocasiones buenísimas, que no acertaron y Rubén marcó su gol dando el balón en la barrera y Urruti no pudo sacarla.

-Fue en el Calderón.

--Cuando estábamos calentando, se empezó a oír lo de «este partido lo vamos a ganar» y se me pusieron los pelos como escarpias. Uno de los pocos subidones de adrenalina que he tenido en mi vida fue ese, sentí perfectamente que el cuerpo se me ponía a cien, pegaba unos saltos de dos metros. La gente apoyó mucho en el partido, nos fue llevando y empujando.

-La afición fue clave también.

--Es que aquella Copa también la ganó la afición. Y luego el recibimiento en Zaragoza, empezando por el viaje desde Madrid. El bus iba escoltado por una multitud de coches, hubo que parar en Arcos de Jalón y en Calatayud, por la gente, y bajarse del bus, que si bota de vino, que si abrazos... Tremendo. Y en Zaragoza, ver la Calle Alfonso llena, la Plaza del Pilar, igual. En la vida viví algo igual, esa Copa fue lo más de lo más.

-Su última temporada completa fue la siguiente, la 86-87.

--Me acuerdo de la eliminatoria de la Recopa contra la Roma, yo fallé un penalti, cosa rara, porque no solía fallar muchos. Llegó Señor y metió el suyo. Nos elimina en semifinales el Ajax.

-Ajax, Roma, Europa, la Copa, las celebraciones, lo que ha cambiado todo para el zaragocismo, que ahora se ve en Segunda.

--Es que yo tuve la fortuna de vivir un gran Zaragoza, a mí me daba mucha pena verlo con los líos que ha habido, con Agapito Iglesias y todo lo que pasó. Una ciudad como Zaragoza necesita un equipo en Primera. Es que se lo merece por la gente. Les tengo muchísimo cariño al equipo y a los aragoneses. Y es recíproco, porque cuando voy aún me paran aficionados yme saludan.

-¿Llegó a temer por el futuro del Zaragoza este verano?

--Sí que pensé que se iba a la desaparición, la verdad. No veía clara la viabilidad del club y ese descenso administrativo hubiera sido letal. El problema del Zaragoza fue de sentido común, si tienes 10 euros para gastarte y te gastas 15 la bola va creciendo y ese sinsentido te lleva a la ruina.

-En diciembre de 1987 dice adiós al Zaragoza y va al Mallorca.

--Pasaron cosas raras, muchos cambios en la plantilla. En un año y medio se movieron unos 30 jugadores entre altas y bajas y yo fui uno de los damnificados. Estaba a buen nivel, pero me tocó. Es verdad que aquella temporada estaba jugando poco con Luis Costa, surgió el tema de Mallorca yme fui para allí.

-No tiene un buen recuerdo.

--Es que me fui con muchísima pena, estaba muy integrado en el equipo y en la ciudad. Me vino de sorpresa, no esperaba ese desarrollo de los acontecimientos. Si me había comprado un piso y tuve que venderlo deprisa y corriendo... Habría echado raíces ahí, estaría viviendo en Zaragoza seguro, porque estaba muy a gusto. Si ahora aún escucho una jota yme sigo emocionando.

-El Madrid es el equipo de su vida. ¿Y qué es el Zaragoza?

--Me ha dado muchísimo y desde la distancia sigo siendo zaragocista. En el Madrid me críe y regresé, es distinto, pero el Zaragoza ocupa parte importante de mi corazón.

-Su labor ahora en el Madrid es formativa, pero antes también pasó por el banquillo.

--Estoy de director de las Escuelas de Fútbol de la Fundación, llevo 16 años. Antes de eso tuve un amago en los banquillos. Tras retirarme en el Rayo en 1993 estuve de segundo entrenador allí, también de delegado de equipo y entrené a los juveniles y a los cadetes de ese club. Y estuve con Víctor Fernández de segundo en el Tenerife, una aventura que duró poquito, porque le echaron tras un berrinche del presidente.

-Y usted regresó al Madrid.

--Surgió lo de las escuelas y aquí estoy, aunque hice un paréntesis de un año para estar junto a Portugal en el Castilla. A mí me gusta más el trabajo de campo, de entrenador, lo vivo y lo siento más, pero estoy volcado en la fundación, con 5.500 niños repartidos por toda España, en centros de internamiento, cárceles o centros de acogida. Desde la fundación estamos haciendo una buena labor para trabajar con esa gente, que necesitan apoyo. Es una labor social, no buscamos talento ni cantera.