El punto sumado en el Carlos Belmonte no es nada malo. Comparado al juego del equipo, su valor se eleva por encima de todas las joyas de la Corona Británica. ¿Con qué quedarse? Es una pregunta que aún hoy permanece suspendida en el aire con cara de boba. No es sencillo sacar conclusiones categóricas cuando tienes a varias de tus mejores piezas tendidas en la enfermería o cumpliendo condena menor en el calabozo de Competición. Ranko Popovic sigue siendo invencible después de dos jornadas que cualquier entrenador, antes de disputarlas, las hubiera preparado más cerca del Santuario de Lourdes que de la pizarra o el vídeo. Si no contento sí estará agradecido. El error sería que considerase el empate de ayer como parte de esa revolución en el once que puso bizca a la afición cuando se hizo oficial. Nada menos que cinco tipos con vocación atacante en la alineación y sin Basha, que el premio a la simpatía del hincha no se va a llevar.

El mensaje que envió tocó el corazón de la gente. Ya que no sabemos ni podemos defender, saquemos los tanques a la calle. Puesto que disponemos de puño de hierro, para que esperar en el rincón un intercambio de golpes que nos llevará a la derrota. Pero en todos esos fusiles que situó sobre el tablero estratégico no se vislumbró una sola bala salvo la del magnífico gol de Eldin al contragolpe. Popovic actuó con consecuencia al contar con con lo más potable que le han dejado las sanciones y las lesiones, pero en ningún momento pretendió que el pequeño Bolshoi que dirigió bailara a otro ritmo que el de un subordinado ejército de abejas obreras.

Ranko, a quien la directiva avala a ciegas, continúa expuesto todavía el suero de la verdad para el gran público. Si frente a la Ponferradina se alabó su influencia en animar a los chicos al descaro exterior, en Albacete no estuvo especialmente afortunado con ese planteamiento truhán que perseguía lo contrario que aparentaba. Vistió de valentía y arrojo una apuesta en la que solo utilizó peones. Todos agrupados, en formación, con un ligero escalonamiento para facilitar ayudas y coberturas laterales y a los centrales por accidente. Hasta Clemente hubiera renegado de tanta precaución.

Una cuestión es la fuerza de la religión y otra disponer de los personas adecuadas para transmitirla. En esa aspecto se equivocó el técnico, recién llegado y por lo tanto cogiendo el tacto al acelerador y al embrague de la plantilla. No tuvo un ataque de entrenador, pero sí la tentación de superar contra natura el trance del Belmonte. Pedro, Eldin, Willian José, fuera de sitio el brasileño, y Borja se consumieron en la hoguera de un sacrificio infructuoso, con menos llegada que nunca. Y Galarreta navegó en el desierto con compañías invisibles. Luego vino Jaime (My Way), quien marcó el empate y fue expulsado tras abandonar a un Diogo ya de por sí huérfano.

¿Quién asegura que con Basha de salida no se hubiera empatado? Por lo menos cada uno hubiera estado en su sitio a lo mejor para ganar. Popovic hizo lo que pudo. También una rebelión con más control policial que insurrectos.