Villa fue el héroe de la noche. Hizo un doblete personal al conseguir los dos goles de su equipo y firmó otro colectivo de mayor importancia: rubricó la primera victoria del 2004 (también lo había hecho con la última del 2003) y sacó al Real Zaragoza de la zona de descenso después de cuatro semanas consecutivas de destierro. Desde la Edad de Hielo no ganaba el conjunto aragonés en casa, y fue un futbolista volcánico quien recuperó para la memoria congelada de La Romareda lo que es un triunfo. Todo el mundo esperaba a Movilla, que se dejó ver con insistencia y un excelente criterio durante los veinte minutos que le duró la bombona de oxígeno, pero quien apareció de verdad fue Villa. Al principio para inaugurar en marcador y al final, en el último segundo del partido y de penalti, para castigar a una Real Sociedad que, arrogante en la contemplación de su tremenda superioridad conceptual del juego, mereció el castigo de la derrota por especular con el empate.

PULSO AGONICO El Real Zaragoza trasladó a la Liga su pulso agónico de la Copa. No es bueno vivir pegándole martillazos al marcapasos, pero este equipo nació para sufrir de corazón y de veras que lo hace con la precisión que le falta con la pelota. Estaba la Real toca que te toca en el jardín de las delicias de Karpin, Lopez Rekarte --¡vaya sociedad!--y Xabi Alonso, decidiendo la hora exacta para vencer a un rival sin agujas en el reloj. Con la única oposición de Láinez, espectacular ante un falta de Nihat y en la reacción tras su propio rechace, se acabó el tiempo. Menos para Villa, que se mueve por otro espacio diferente al de sus compañeros, con el bidón de la adrenalina a rebosar. Buscó un centro de Rebosio a la espalda de la defensa donostiarra y Westerveld le derribó. Marcó el delantero y el árbitro, entonces sí, señaló el final.

Fueron tres puntos inesperados pese a que el encuentro comenzara con una explosión de fútbol desconocido hasta la fecha. El responsable de un cambio que fue bonito mientras duró se llamó Movilla. El centrocampista compuso en ese tramo una obra maestra de cirugía estética, poniéndole al Real Zaragoza cara, ojos y una pausa elegante en la conducción y el pase. Contagiados por la luz mesiánica del Pelado , los jugadores de Víctor Muñoz, en especial Savio, se animaron hasta tal punto que el brasileño cruzó medio continente con el balón cosido a la lengüeta para ponerle una magnífica asistencia a Villa. El asturiano definió rápido en el minuto 5.

EL APAGON En el momento que se le fundieron los plomos a Movilla, se produjo el apagón, y el Real Zaragoza volvió a perderse en el túnel de la mediocridad. Antes de que llegara la oscuridad, Galletti se acongojó solo ante Westerveld en la que pudo ser la sentencia cuando ni se había cumplido el cuarto de hora. El argentino va como una locomotora, pero no lleva dentro maquinista.

La Real creció en la figura de Xabi Alonso, la profundidad de Karpin y el gatillo de Nihat, quien inició un duelo a tiros con Láinez. Movilla ya no pudo con ese ritmo, Ponzio, que acabó de lateral para no molestar, se encogió en su caparazón de jugador vulgar, y la defensa se ablandó como nunca. Los favores los agradeció Xabi Alonso, que se coló por el pasillo central sin nadie que le obstaculizara y empató de un potente disparo.

Iba el partido para derrota en toda la segunda parte, con el equipo guipuzcoano abusando del manejo y de la posesión de la pelota frente a un enemigo entregado a correr detrás de ella pese a la buena disposición de Generelo, que entró con aire fresco. Entonces Villa salió de la madriguera con una bomba de relojería entre los dientes y le dijo a Movilla: "Guaje, aquí hay tomate".