Pequeñas avalanchas de nieve caen sobre mí. Una tras otra, como trenes que barren por completo este empinado corredor de nieve. Nosotros, pequeños seres humanos aquí encaramados, sufrimos las consecuencias y no podemos seguir avanzando. Miro a Joao, alpinista portugués amigo de los doctores Morandeira y Martinez Villén, miro a la pareja de holandeses ya habituales en nuestras filas. Todos están blancos, cubiertos por un manto blanco y frío. Bajo nuestros pies, toda la canal helada que hemos ascendido. Sobre nosotros, aún 300 metros para llegar al emplazamiento del campo tres.

No hay opción, hay que bajar de estos 7.000 metros antes de que la situación nos supere. Sigue nevando y siguen cayendo coladas de nieve sobre nosotros. Afortunadamente, rapelamos rápidamente y llegamos al campo dos, a buen refugio. Hoy intentábamos instalar el campo tres para lanzar un ataque a cima el día 13, día que parecía algo mejor que el resto de sus malévolos compañeros de calendario. No ha podido ser y decidimos aguantar en este lugar para probar suerte al día siguiente. Mis compañeros Willi y Raquel están en este lugar.

Raquel se no ha aclimatado bien y ha pasado la noche con vómitos. No ha podido salir para arriba y su marido le ha acompañado. Pasamos la noche juntos. Ellos irán para el campo base y la intención es intentar la cima con Joao. Noche de horror, ventisca, nieve y las tiendas aguantan a duras penas. Más de medio metro de nieve se acumula, borrando cualquier vestigio de huella en el corredor. Trabajo en balde, una vez más. Amanece cubierto y la nieve caída hacen impracticable el camino hacia las alturas. Así que nada, de nuevo al campo base.

Todo el mundo ha bajado y hay sentimiento de tristeza generalizado. La montaña no lo está poniendo fácil, ni mucho menos. Estamos trabajando como mulas, abriendo huella en la nieve profunda cada vez que salimos para arriba. A su vez, cada día que estamos en el campo base nieva y se echa a perder todo el trabajo realizado. Vamos a tener que aguantar mucho más y cada vez las posibilidades de cima son menores. Necesitamos un periodo, aunque sea corto, pero de auténtico buen tiempo. Cuatro días de sol, que nos permitan ir directos hacia arriba, trazando la huella una vez más, pero con la seguridad de poder avanzar día a día, sin que las nevadas diarias nos corten el paso.

Todo por hacer

Llevamos ya 40 días de campo base y todos estamos cansados, pero la cosa no ha hecho ni empezar. Nos quedan dos montañas por ascender y, mientras tanto, la nieve sigue cubriéndolo todo, arruinando el trabajo de todos nosotros. Sin duda, la moral se va a resentir en esta ocasión. Cada uno va a tener que sacar fuerzas de lo más profundo de su espíritu para poder seguir aguantando aqui, donde todo es blanco.

Vienen días duros y tendremos que llevarlos con ánimo, pensando y creyendo que pronto pasará esta racha y que el sol inundará todo con su luz, incluso las almas de todos nosotros, pobres mortales, empeñados en una lucha sin cuartel contra los elementos, sin saber, quizás, que es una batalla ya perdida. Resistiremos y agotaremos cualquier posibilidad de llegar a lo más alto de estos dos gigantes asiáticos. ¿Qué más podemos hacer nosotros?