El balompié ya era un deporte arraigado en el corazón de la sociedad oscense a principios del siglo XX. Habían pasado muchos años desde que algunos obreros ingleses trajeran a la península un balón de cuero en su equipaje para poner en práctica eso que llamaban foot-ball, un deporte que tardó muy poco en propagarse por casi todos los puntos de la geografía española.

El paso de los años fue asentando este deporte en diferentes núcleos urbanos. Se crearon las primeras agrupaciones, incluso ya germinaban entre la gente las ganas por ver a sus familiares y vecinos correr detrás de una pelota. A principios de los años 20, el amateurismo fue desvaneciéndose para dar lugar al profesionalismo, ya que los jugadores empezaban a exigir compensaciones por su vinculación a sus clubs. Pero no todas las ciudades se desarrollaron al mismo tiempo. Por las polvorientas calles de Huesca ya era conocida esta práctica allá por 1905, sin que ninguna asociación consiguiese proliferar.

Uno de los primeros equipos que se asentaron en la capital altoaragonesa fue el Huesca Football Club, que nació el 20 de septiembre de 1922. Se trata de una entidad que nació fruto del interés de varios empresarios, en especial de su primer presidente Santos Solana Pérez. Los colores que iba a lucir este equipo fueron el azul y el rojo, una combinación inspirada —según la leyenda popular— en los colores azulgranas del FC Barcelona, ya que algunos de los socios fundadores eran simpatizantes del equipo catalán.

Fue en la inauguración del campo de Villa Isabel cuando disputarían un choque ante uno de los equipos que dio forma a la identidad del club. El 12 de septiembre de 1926 se abrió el telón del terreno de juego frente al Barcelona. Un partido que alborotó la rutina de esta ciudad. Huesca se volcó para recibir a uno de los equipos de mayor reputación en aquella época. Una visita que se produciría solo tres años antes de la creación del primer campeonato nacional de Liga.

Se organizaron festejos entre los habitantes y los futbolistas visitantes. Actuaciones musicales, bailes y múltiples obsequios para la expedición azulgrana. Se quiso agasajar a los ilustres deportistas en un acontecimiento que causó furor más allá de este territorio, ya que se desplazó gente de Zaragoza, Jaca o Barbastro. En los instantes previos al partido muchos de ellos dejaron patente su indignación por la ausencia de dos estrellas culés como Samitier y Alcántara, puesto que muchos habían acudido a la cita para presenciar en directo a estos jugadores que tanto salían en los diarios.

El local Costa fue el encargado de abrir el marcador gracias a un potente disparo. Los barceloneses demostraron su cuajo al voltear el marcador en unos minutos, ante el enfado del público por las cesiones que estaba tomando el colegiado. El empate a dos definitivo fue obra de Morrajes, el ariete del Huesca cabeceó al fondo de la meta custodiada por Casanovas. La imagen del club aragonés frente a todo un equipo profesional fue excelente. Incluso pudieron haber logrado la victoria — algo que se antojaba improbable — si Costa no hubiese mandado al poste una pena máxima en los últimos instantes.

Aquel encuentro fue el primero que disputaron Huesca y Barcelona. Fue en unos tiempos donde el fútbol todavía estaba desarrollándose, cuando no era considerado un fenómeno de masas. Cosas del destino, el fútbol oscense volverá a vivir un duelo contra los culés, pero en la máxima categoría. 92 años atrás se vieron por primera vez las caras y hoy lo volverán a hacer. Casi un siglo después y en la categoría más alta. Cara a cara. De igual a igual. Se tratará de uno de los encuentros que más representan el crecimiento del Huesca actual, midiéndose en el campo de uno de los equipos más poderosos del mundo.