El recuerdo grande del Vicente Calderón fue para su expresidente, fallecido el pasado viernes, pero cuando el juego, sobre todo el del Atlético de Madrid, se hizo insoportable por la lentitud de De los Santos y Simeone, el estadio reclamó el regreso a casa de José María Movilla, cedido al Real Zaragoza y ayer ausente en el Manzanares al no hacer efectivo el club aragonés el pago de los 150.000 euros que exige su cláusula de préstamo. En cuanto marcó Nano el gol local, los cánticos amainaron, pero la hinchada colchonera tiene razones más que fundadas para pedir la vuelta del Pelado a un equipo que ayer resucitó su leyenda del Pupas en los dos últimos minutos del partido, cuando Toledo, con dos tantos, lo dejó prácticamente fuera de la Copa de la UEFA.

Al Atlético le sientan muy mal los días especiales, y el de ayer lo era para su gente, que guardó al menos dos minutos de respetuoso silencio por el fallecimiento de Gil, con los jugadores agrupados en el círculo central. El día de su centenario preparó una macrofiesta y Osasuna se la aguó. Ayer en los videomarcadores apareció la figura del desaparecido máximo accionista, una pancarta con su rostro dibujado sobre ella y, al iniciarse la segunda parte, una lluvia de papelitos inundó el césped en una nueva muestra de cariño hacia el exdirectivo fallecido.

El cántico

Mejoró el Atlético, anotó Nano y entonces la marea rojiblanca recuperó la expresión más popular de Gil, aquella con la que prolongaba sus prédicas, sus explicaciones o sus ataques al enemigo visible o intangible como si fueran puntos suspensivos. Cantó la afición: "¡Y tal, y tal, y tal y tal...!". El fútbol era de una pobreza suprema, pero la grada estaba entre melancólica y feliz, ese sentimiento contradictorio que sólo aparece en el deporte cuando alguien se va y viene la victoria a sustituirle.

Volvió Movilla tímidamente a la garganta de algún aficionado para castigo de Gregorio Manzano, a quien el Manzanares señala con el dedo y no quiere ni ver. El Atlético, malo de solemnidad sin Ibagaza ni Jorge en la zona de creación, quiso brindarle el triunfo a Jesús Gil, pero hay aspectos más fuertes que los deseos, y en este equipo más que en ninguno. Le puede la desgracia, ante la que se rinde sin tregua. Por algo Vicente Calderón lo bautizó el Pupas .