Sucedió el 13 de agosto de 1995. A las seis y media de la tarde el alpinismo aragonés hizo historia. Lorenzo Ortiz holló la cima del K-2, la segunda montaña más alta de la tierra con 8.611 metros de altura. Un poco más tarde llegaron a la cumbre pakistaní Javier Olivar y Javier Escartín. Los tres montañeros de Peña Guara realizaban la segunda gran gesta del montañismo tras la conquista del Everest en octubre de 1991 por Pepe Garcés y Toño Ubieto.

Fue en plenas fiestas de San Lorenzo cuando sucedió el drama. Habían alcanzado la cima a una hora muy tardía. En el descenso les sorprendió una tormenta de viento huracanado y nada más se supo de los altoaragoneses. En el Hombro, a casi 8.000 metros, en el campo IV, les estaban esperando Pepe Garcés y Lorenzo Ortas. Ellos vivieron una noche de perros. Sufrieron un vivac dramático la noche de cima y el viento se les llevó las dos tiendas donde descansaban. Pero el terrible K-2 les dio una segunda oportunidad. Garcés subió a su cima más deseada en julio del 2002 y en octubre falleció en el Dhaulagiri.

Pero Lorenzo Ortas no ha intentado subir la cima de otro ochomil. Han pasado 24 años desde entonces y el vicepresidente de Peña Guara se quiso reencontrar con la montaña más hermosa de la tierra. Ortas vivió un mes de enero inolvidable en el Karakorum. «No sé si es uno de los momentos más importantes de la historia, pero sí de los más impactantes. Las tragedias a la gente les encantan», explica Lorenzo Ortas. «El viaje me lo ofreció Alex Txikon. Intenta escalar el K-2 en invierno. Le hacía ilusión que fuera al campo base y se me fueron poniendo ganas porque no había pensado volver. Al final me apeteció mucho», explica Ortas.

Allí estuvo casi un mes. Marchó al Pakistán el día de Año Nuevo y regresó el 28 de enero. «El trekking del K-2 es impresionante con unas montañas muy bonitas. Paisajísticamente es espectacular y el Karakorum es bastante más bonito que el Himalaya con montañas esbeltas. Pasas por delante del Gasherbrum IV, el Masherbrum, el propio K-2, las Torres del Trango...». Ortas reconoce que fue al campo base «como si fuera a visitar a unos viejos amigos que están muertos. El Memorial está a una hora del campo base y es una tumba simbólica donde están todos los que han desaparecido. Es un monolito de piedra todo lleno de placas recordando a gente que se ha muerto. Fue muy emotivo recordar a los amigos», indica.

Ahora el K-2 se encuentra en pleno invierno. «Pero no nieva tanto y el invierno es más seco que la primavera. Hace muchísimo frío, en altura sopla mucho el viento y las montañas están peladas de nieve. Es todo hielo. En el interior de la tienda medimos hasta 21 bajo cero». En la marcha de aproximación de siete días tuvieron bastante nieve.

El equipo del año 1995 lo componían siete montañeros dirigidos por Javier Escartín. «Individualmente no éramos buenos, pero como equipo éramos fuertes. Habíamos subido varias cumbres de ocho mil metros y la tragedia del K-2 fue el final de este equipo», explica el oscense. Lo que sí tiene claro es que «el K-2 forma parte de mi vida. Allí decidí que no iba más de expedición porque tenía una familia. Me jugaba la vida yo y estaba jodiendo a mi familia. Ellos son los que peor lo pasan», indica.

Ahora tiene 65 años y nunca se ha planteado subir otro ochomil. «No me apetece y no me llama nada. Me apetece más una montaña más pequeña, con menos gente y que necesitara menos sacrificio. El Makalu me gustaba, pero el proyecto se desvaneció al morir Pepe Garcés», indica Lorenzo Ortas.

De todas esas montañas le impresiona el K-2. «Sé las dimensiones que tiene y es un pedazo de montaña. Pero el Gahserbrum IV es la más impresionante». El trekking no tiene excesivo desnivel. «Se asciende muy poco a poco desde los 3.000 metros en Askole hasta los 5.000 del campo base. No hay infraestructuras como subiendo al Everest. Aquí es el glaciar y la morrena pura y dura». Uno de los atractivos son los pakistaníes. «La gente es encantadora y maja. El Baltistán es un mundo aparte del Pakistán. Todos los porteadores que fueron hace 25 años los consideran unos viejos con 60 años. A mí me llamaba Apo, abuelo, el más viejo de todos. El único progreso es que van todos con el teléfono móvil», apunta.

Alex Txikon se apresta a ser el primero con Félix Criado y unos rusos en subir el K-2 en invierno. «Tienen de tiempo hasta marzo. Nadie ha subido todavía. El problema que tienen es el frío y el viento. Pero algún día se subirá si el monte se deja y están en el sitio adecuado. En ello están», concluye Ortas.