El reflejo de haber estado en esa secuencia provoca la empatía hasta reconocer perfectamente en la piel esas mismas sensaciones y sentimientos que está viviendo el otro. Convertirse en portero titular de un Primera con 22 años no es sencillo. No es lo habitual. Álvaro Fernández tampoco es el primero que consigue una condición compleja por los estereotipos que rodean al guardameta precoz. César Láinez, Santiago Cañizares y Esteban Gómez tuvieron que sortear estos tópicos para desarrollar sus consolidadas carreras. Ahora son entrenadores y/o analistas en distintos medios, siguen la categoría con ojos gatunos, aquellos enfocados desde la soledad del larguero, que comprenden a Álvaro por lo que fueron y pasaron.

«Es un portero moderno, muy completo». Es el veredicto de este jurado de expertos. A ninguno se le ha escapado el alto rendimiento que está mostrando el cancerbero del Huesca desde que tomó el relevo de Andrés Fernández. No es un nombre que haya saltado a la palestra de forma sorpresiva, su fama de promesa le persigue desde las categorías inferiores del Osasuna, debutó en Primera con 18 años, tras su paso por el Mónaco, su cesión al Extremadura y su fichaje por el Huesca para ser referente en el ascenso pugnando con Rubén Yáñez por el puesto. «Cuando entrenaba al filial del Zaragoza lo estuvimos siguiendo. Estábamos buscando un portero joven que destacara. Al final se marchó al Mónaco», dice desde la memoria César Láinez.

Ese futuro prometedor se visualizaba en las convocatorias con La Rojita y se hizo carnal la temporada pasada... hasta el verano. El fichaje de Andrés Fernández señaló el banquillo a Álvaro y parecía que cercenaba su progresión. «Es habitual que los directores técnicos confíen más en porteros veteranos, es lo que pasó con Andrés, porque se suele decir que es una posición en la que se está en el mejor momento después de los 26 años. Lo esencial es que no dejó de trabajar por esa oportunidad», indica Santi Cañizares.

Y esa puerta se abrió en Granada. En la jornada doce, Míchel sorprendió con el relevo bajo palos. Álvaro recibió ese día tres tantos, dos en el tramo final, en lances aéreos que no pudo evitar después de varias paradas de mérito. La apuesta la ha mantenido Pacheta convirtiéndolo en su titular indiscutible (1,35 goles encajados) y devolviéndole esa confianza con actuaciones acertadas (40 rechaces y 8 paradas), como la mano que evitó la derrota en Eibar en el último disparo de Kevin Rodrigues, que ya están provocando las adjetivos y aplausos del ágora de Primera. «Yo retransmití el partido contra el Granada. Ha demostrado ser un portero fiable, con buenos reflejos, aptitud debajo de palos, colocación, pero también sabe cuándo tiene que salir o cuándo no. Obviamente no es lo mismo un centro de Segunda que uno de Primera. Debe enfocarse en los aspectos a mejorar», analiza Esteban, con 275 partidos en la máxima categoría y ahora analista desde Gol TV.

Recuerdos similares

A los tres les cuesta nombrar un punto flojo de Álvaro. Lo definen como un ejemplo de la modernidad que ha transformado esta posición. «Entra dentro del perfil del portero moderno, con planta, buenos reflejos y muy completo», manifiesta Láinez. «Con Míchel tenía que utilizar más los pies y lo hizo bien, aunque quizá con Pacheta no tiene que intervenir tanto y no se ve tanto esta faceta», despliega Cañizares, comentarista en Movistar y la Cope: «Se percibe que está con confianza, pero no solo porque su entrenador se la esté dando, que es muy importante, sino porque está acertado y haciendo bien las cosas».

César Láinez no se perdería por esa casa, la conoce bien. Fue entrenador de porteros del club y entrenador del vinculado Teruel. «Huesca es un buen lugar para crecer, porque no existe esa presión extra que puede haber en otros sitios donde hay una mayor atención sobre el jugador», subraya en una afirmación que confirman Esteban y Cañizares rememorando una lista donde entra el propio Andrés, Herrera o Remiro.

El aragonés tuvo que salir de Zaragoza para empezar a tener minutos justo a la misma edad que ahora tiene Álvaro. «Venía de no jugar y me cedieron al Villarreal. Fue llegar y tener que sustituir a Palop en un partido. Ese año, a pesar de que sufrimos el descenso, fue básico para volver al Zaragoza y consolidarme», recuerda el meta retirado a los 28 años por las lesiones de rodilla.

Esteban paso del filial al primer equipo del Oviedo en 1997 en la dorada época del PC Fútbol. «Empecé la pretemporada como el cuarto portero y acabé siendo el titular», recuerda. Debutó en Primera ante la Real Sociedad sustituyendo a Mora con, sí, los mismos 22 años de Álvaro, y, como ahora espera el de Arnedo, siendo clave en una permanencia. Su trayectoria es el paradigma de superación con multitud de cambios de categoría, suplencias y saltos de equipos entre Atlético, Celta, Sevilla o Almería. «Álvaro ha demostrado que es fuerte, que no ha cedido tras perder la titularidad tras hacer un buen año en Segunda y, además, perder la ocasión de disputar unos Juegos. Es el consejo que le doy, que siga centrado en el día a día porque nunca sabes qué puede pasar, puedes volver a ser suplente, lesionarte, una mala racha. Siendo tan joven debe mirar el hoy y seguir mejorando», afirma el asturiano de Avilés.

A Santiago Cañizares le recordamos con el pelo amarillo en el Valencia jugando finales de Champions. Antes la precocidad de los halagos casi le atropella. Siendo un veinteañero (23) destacó en el Celta que perdió la final de Copa del penalti de Alejo, tuvo que sustituir a Zubizarreta tras su expulsión ante Dinamarca debutando con la selección española en el partido clave para ir al Mundial de Estados Unidos… parecía un meteorito en sus estiradas, el sustituto natural de Buyo y Zubi, pero terminó de suplente de ambos en el Real Madrid y las citas internacionales. Su eclosión fue antesala de la camada baby de Iker Casillas, Víctor Valdés o Pepe Reina, aunque la consolidación llegaría más tarde. «Álvaro debe disfrutar del momento, de lo que está viviendo ahora. No puede mirar más allá», afirma Cañete, 46 veces internacional, con tres Mundiales y Europeos a sus espaldas. Currar, currar, entrenar y entrenar, parar y parar, y no mirarse el ombligo, ni creérselo ni un segundo. De portero a portero.