Superados por el momento y bajo la acertada intervención de Soláns y de los resultados recientes los tiempos convulsos, el Real Zaragoza regresa a la competición con el objetivo de ganar en casa al Atlético (21.30 horas) y la meta final de la permanencia. La última vez que le dio una alegría a su afición en La Romareda fue el 19 de octubre del 2003, con una pírrica y angustiosa victoria sobre el Valladolid, un triunfo logrado en inferioridad numérica por la extraña expulsión de Ponzio. En estos días donde los regalos son protagonistas sentimentales y comerciales, los incondicionales esperan con ansiedad el suyo.

El equipo vive en una atmósfera más relajada porque derrotó al Salamanca en la Copa del Rey y a Osasuna en la Liga, dos logros de gran calado para un grupo joven y un entrenador que estaban en la cuerda floja. Pero ahora la gente quiere fiesta en directo después de cuatro partidos (Real Madrid, Celta, Athletic y Albacete) viendo marcar primero al enemigo, con tres empates, una derrota y algún ramalazo heroico como escaso bagaje antes de despedir el año.

BUEN MOMENTO ANIMICO Los deseos son buenos por todas las partes, si bien la conducta del Real Zaragoza en su estadio, donde sólo han caído Murcia y Valladolid, y su habitual juego de coitus interruptus dejan entreabierta la puerta de las dudas. Para cerrar esa dinánica negativa en el hogar llega en un momento anímico idóneo ante un rival que en los desplazamientos no brilla precisamente por su poderío intimidatorio. En el Calderón ha fraguado una espectacular remontada que lo trasladó de su acostumbrado estado histórico de inquietud (con la cabeza de Manzano bajo la guillotina) a los puestos europeos. Lejos del Manzanares su respuesta es la de las peores, con una fragilidad defensiva (16 goles en contra) sólo equiparable a la del Espanyol, el colista.

El Real Zaragoza opondrá frente los madrileños precisamente un argumento antagónico: si los colchoneros tienen un agujero en defensa, el conjunto de Paco Flores, al menos en La Romareda, se comporta con mucha disciplina atrás. Ha encajado seis goles, y sólo el Athletic le ha marcado más de un tanto. El conocido contraste de su ridícula eficacia rematadora (siete goles en ocho encuentros) explica el porqué de los problemas que arrastra en su feudo.

El partido se presenta disfrazado de incertidumbre, sin un signo fijo. Flores recupera a Cani para darle al equipo una silueta más atractiva. Ya se sabe que jugar en casa en función del adversario lleva inexorablemente a la excomunión popular, y renunciar en estas fechas tan entrañables a la gran promesa de la cantera podría devolver al técnico al ojo del huracán. Sin embargo, conociendo bien a este equipo (y el entrenador lo sabe en su fuero interno) se plantea una duda razonable por muy abominable que parezca: ¿por qué no conservar el planteamiento de El Sadar? Este Real Zaragoza está para pocos lirismos, y en Pamplona, con tres pivotes defensivos, además de ganar dio su imagen más homogénea, más seria. Generelo, excelente en Sevilla antes de la expulsión y contra Osasuna, merecería seguir en el once. Flores, seguramente, no se expondrá a dejar a El Niño en el banquillo.

DIBUJO OFENSIVO Volverá por lo tanto el estilo, sea productivo o no, que se exige ante la clientela, un aparente dibujo ofensivo con Villa como estandarte cierto de ataque y tres mediaspunta (Savio, Cani y Galletti) a la espera de que sople el viento en una u otra dirección. El Atlético acude a la cita sin piezas importantes como las de los sancionados Gaspar y De los Santos, ausencias que serán cubiertas por Simeone en su regreso al mediocampo y por García Calvo, ya recuperado después de tres meses de baja. El equipo de Manzano muestra una hechura de fútbol atrevido donde Ibagaza, Novo o Paunovic (tres goles al Zaragoza con el Tenerife) subrayan su tendencia a la flexibilidad. Por encima de todos, Fernando Torres. Segundo máximo goleador del campeonato, es la cresta de la ola rojiblanca.

Dos meses y medio después de su último triunfo en La Romareda, el Real Zaragoza buscará tres puntos que le engancharían con la zona templada de la clasificación en un arranque de año terrible de exigencias, con la Copa de por medio. Hoy toca luchar en casa; mañana, fuera. El escenario es de lo de menos para un equipo con más entusiasmo que identidad, un grupo al que, sin embargo, no le vendrá nada mal el cariño de una afición que suspira por un regalo suyo.