La cara y la cruz. El yin y el yang. Polos opuestos. El Carlos Belmonte mostró el pasado viernes dos versiones totalmente opuestas del Real Zaragoza. Un adefesio en la primera parte y un equipo aseado y pulcro tras el descanso. Una escuadra perdida y desnortada al comienzo y otra reconocible en la reanudación. Dos conjuntos antagónicos a más no poder. Pero el cambió no fue solo cuestión de coraje y rasmia. No. El Zaragoza fue capaz de neutralizar una desventaja de dos goles, sobre todo, porque se puso a jugar al fútbol, algo que no hizo en todo el primer periodo, cuando volvió a caer en la trampa de un oponente que impuso presión alta y que neutralizó todos los espacios. Y el Zaragoza sin espacios es como un jardín sin flores. Pura desnudez.

Sabido es que el equipo aragonés basa su existencia en un rombo que aboca al juego interior y que deja la profundidad en botas de los laterales. Arriba, presión alta de los delanteros en determinados momentos para graduar el esfuerzo y movimientos constantes de los interiores. Y Eguaras. El navarro es el timón. El centro de todo. Se diría que el rombo solo adquiere un sentido pleno con él en el vértice inferior. Eguaras es básico para encontrar el camino a través de la combinación. Roba y circula, y, sobre todo, encuentra y entrega. Pero para ello necesita espacios y aire. Ninguna de las dos cosas tuvo en la primera parte ante el Albacete. Siempre encimado por uno de los dos puntas manchegos -Zozulia o Manaj-, el Zaragoza apenas le encontró y, claro, se perdió.

Siempre incómodo y tapado, el navarro apenas enlazó con sus compañeros ni apareció por la línea de tres cuartos aunque, eso sí, en la única vez que lo hizo el Zaragoza estuvo a punto de marcar. Fue a los 7 minutos, ya con 1-0 en el marcador, cuando Eguaras sirvió de lujo a Lasure para que el canterano disparara al poste derecho de Caro. En el resto de la primera parte, el mediocentro naufragó como todos. Ni él encontró vías de escape para zafarse de su marca ni sus compañeros fueron capaces de proporcionar una alternativa con el balón.

Todo cambió tras el paso por vestuarios. El Zaragoza pasó a gobernar el partido y Eguaras tomó el mando. A ello contribuyó decisivamente el Albacete, que pasó a ser un equipo demasiado largo y al que le pasó factura el desgaste acumulado en la primera parte. La presión alta sobre los centrales y el mediocentro aragoneses es la receta para tratar de superar al Zaragoza, pero tiene efectos secundarios. Entre ellos, el cansancio. Y el Albacete de la segunda mitad, más conservador, pagó su agotamiento. En lugar de cerrarse atrás y salir a la contra, como había hecho el Lugo en La Romareda, el equipo manchego se volvió demasiado largo. Ramis no ordenó retirada, sino que mantuvo la presión arriba, pero con una considerable distancia entre líneas. Y su centro del campo no aguantó. Solo Erice parecía entero. El Zaragoza encontró espacios. Y, con ellos, a Eguaras. Las líneas de pase aparecieron y había enlace con los delanteros. Había vida. Pero el problema era otro: la larga inactividad del navarro pasaba una lógica factura. Para colmo, a Idiakez solo le quedaba un cambio tras las dos sustituciones obligadas por lesión (Papu y Verdasca) de la primera mitad. Eguaras necesitaba ayuda. Y ahí surgieron Zapater y Pombo, dos de la casa, para aportar creación y oxígeno.

El regreso del navarro fue, sin duda, la mejor noticia de un partido que mostró, en su segunda parte, el camino al futuro. Sobre ese eje giran las esperanzas de ascenso de un Zaragoza que ya aprendió la lección la pasada campaña. Entonces, el cielo solo se abrió cuando el equipo rescató el rombo, con Eguaras siempre solo en la parte inferior. El navarro, diferencial en la categoría, irrumpe en el equipo tras cuatro meses de ausencia debido a una pubalgia que ha obligado a Idiakez a buscar alternativas. El técnico, que desde su llegada quiso aplicar el 4-3-3, tuvo que claudicar y recuperar el rombo porque sus jugadores tenían todos los mecanismos asumidos. Pero la figura nunca acabó de convencer, ni con Verdasca ni con Ros haciendo de Eguaras.

Vuelve el navarro para quedarse en un esquema en el que Ros y Zapater parten como interiores, al menos hasta que Igbekeme esté disponible. Todo apunta a que el nigeriano, un todoterreno dinámico y con buen pie, mezclará bien con Eguaras. Y en la punta superior aumentan las opciones para Idiakez. Papu y Pombo, brillante ahí el pasado viernes en Albacete, son los principales candidatos.