Camina por el pabellón con el aire despreocupado del que se siente en su propia casa, relajado, entre amigos, protegido por el calor familiar de los suyos y sin la necesidad de esconderse de miradas ajenas. Su aire confiado, su eterna sonrisa rastrean el pabellón en busca del saludo del viejo compañero de escuela, de aquel colega de vestuario en las inferiores del CBZ, de ese que le alentaba desde la grada del Hispanocobyr. El Príncipe Felipe es su territorio y campa por él como si fuera en bata y chancletas. Es la visión de Jesús Cilla, el chico del barrio, el chaval larguirucho de Alagón que no dudó en mandar mar adentro el sueño de la ACB para reencontrarse con su pasado y ser profeta en su tierra.

Royo ta cuito . Así rezaba la nueva pancarta de los Inchas Lleons. Rojo para siempre . Así es Cilla, el corazón de tono bermellón y latido aragonés de un equipo que aspira a todo y que tiene en su desgarbada figura a un encarnizado guerrero que captura sus fuerzas cegado por la pasión de devolver a sus recuerdos de infancia a un futuro de grandeza. Entregado por la causa como nadie, el aragonés demostró ayer en la primera parte que en él se sitúa la semblanza, el escudo batallador de este nuevo CAI, de su CAI de toda la vida.

Hiperactivo

Es el que más corre, el que más se pelea, el que se parte la cara por el primer y el último balón de cualquier partido, en la victoria y en la derrota. Puede ser peor tirador que otros, quizá no es un penetrador de estilo académico pero equilibra sus imperfecciones con un derroche, unas ganas, una hiperactividad ejemplar y controlada que rebasan la dosis cotidiana y sintetizan el aprecio por el coraje que pretende la mano de Quintana. El Gijón se fue a la deriva en parte por este arrojo sobrehumano. Sabio en la ayuda defensiva, compremetido en el rebote (7 capturas) y hábil anotador (12 puntos), Cilla y su pasión alentaron el ritmo de corneta por el que el CAI pasó por encima del fámelico cuerpo del Gijón.

"Tenía ganas de volver a mi juego, a mi ritmo activo. Ahora ya no vale fallar, esto es la Liga y vamos a vida o muerte. Estoy recuperando las sensaciones", decía el alero en una rueda de prensa que parecía más una tertulia de sobremesa que un reconocimiento periodístico. Cilla recoge la bandera gualdiroja que no le dejaron elevar a San Miguel. Cilla recupera ahora la herencia del jugador aragonés que sólo un frio silencio de seis años sin baloncesto le prohibieron disfrutar cuando era su momento y le obligaron al exilio. Y por eso juega así, como si quisiera recuperar todo ese tiempo perdido.