María Rosa Sierra siente sana envidia del atletismo femenino de la actualidad. Desde Monzón sigue las gestas de las mejores corredoras españolas y piensa que podría haber estado con ellas si hubiera nacido unos años más tarde. "¡Qué bien me lo hubiera pasado! Me habría dedicado al deporte exclusivamente. Ahora hay más facilidades para todo y el deporte femenino está bien visto", afirma Sierra. Con su clase, su planta de gran mediofondista y su zancada elegante, Rosita Sierra, que era como le llamaban en Monzón a principios de los sesenta, fue una de las precursoras del atletismo español, junto a dos zaragozanas, Blanca Miret y María Luisa Orobia. "Estoy contentísima de haber sido unas de las pioneras del atletismo femenino en España. Pero entonces no me tomé el atletismo como si me fuera la vida en ello", reconoce.

Las gestas de Sierra han pasado desapercibidas en Aragón. Solo en la villa olímpica son conscientes de sus triunfos en unos tiempos en que la práctica del deporte entre las mujeres no estaba demasiado bien visto. La atleta nacida en Barbastro hace 67 años y formada deportivamente en el Centro Atlético Monzón, fue la primera atleta aragonesa que ganó el oro en un Campeonato de España Absoluto. Fue en el estadio Vallehermoso de Madrid en los 400 metros lisos. Fue la misma tarde en la que Luis María Garriga logró la mínima en altura para los Juegos de Tokio.

"Apenas me acuerdo de esa carrera. Lo que sí es cierto es que estábamos muchas chicas". En aquellos momentos, Sierra apenas le dio importancia al éxito. "Pero ahora sí que le doy un gran valor. Fui la primera campeona de España aragonesa", afirma.

En Madrid se disputaron los segundos Nacionales. Un año antes Sierra ya se llevó la plata en el 200 y el bronce en el 100 lisos en el legendario estadio de Montjuic. "Recuerdo que me ganó Blanca y que aquellos 200 metros eran en línea recta. No se acababan nunca. !Qué largos se me hicieron! Era una pista de ceniza y llevábamos unos clavos muy largos", dice. Después llegó la revancha. En Vallehermoso ganó con suma facilidad la vuelta a la pista con 1.01.9. Se impuso a la gallega María José Álvarez y a la madrileña María Teresa Castañeda.

Por aquel entonces tenía 20 años y la preparaba Ernesto Bribián. Batió la plusmarca nacional. "Para ganar tiene que emplear la cabeza. La empleó y ganó. Tenía un estilo elegante y había nacido para correr", dijo el veterano técnico de Monzón.

Sierra se fue poco después a vivir a Barcelona. Pero ese gran título lo logró residiendo todavía en Monzón. "Trabajaba de dependienta en la Cooperativa Santiago Apóstol de la empresa Monsanto. Me entrenaba a las siete de la mañana y a las nueve me iba a trabajar". Comenzó a entrenarse en el campo de fútbol de La Arboleda. "No había una pista de atletismo y marcaban las calles con cal". dice.

Fue casi una casualidad el matrimonio deportivo de Sierra con el atletismo. "Un día un grupo de amigas bajamos al campo de fútbol y empezamos a correr. Ya éramos mayores. Teníamos 19 años. Fue entonces cuando Bribián nos cogió a todas". Estamos en el verano de 1962 y ese pequeño grupo de chicas que aglutinaba Pascual Zapatero lo formaban Pilar Moracho, Laura Español, Ana María Echarandio, Marisa Martínez, Isabel Blanc y posteriormente las hermanas Gálvez, Ángeles Ascaso, Ana María Monter, Monserrat Beltrán y la propia María Rosa Sierra. "Al poco tiempo ya me quedé sola y entrenaba con chicos como Español, los Manau, Blanc, Crespo....", dice Sierra.

La novedad

Fue una novedad para los montisonenses ver a chicas hacer deporte en aquella época. "Era raro que nos vieran ponernos unos pantalones hasta media pierna. No podías enseñar mucho porque la Sección Femenina te los bajaba. Era muy incómodo correr con falda. Pensaban que era un pecado y encima estar entrenando con chicos. Eso era para el deporte fuera de España", explica. Pero reconoce que la sociedad española se habituó enseguida a ver correr a las mujeres. "Además, en Madrid les gustaba mucho a la gente ir a ver los campeonatos y en Monzón bajaba mucha gente al atletismo".

Sierra fue una gran especialista de los 400 y los 800 metros. "No fui nunca una persona de salir a tope, sino más bien de mantener un ritmo y con un cambio final". Sólo bajó una vez del minuto en los 400 lisos. Fue en pista cubierta y corrió en 59.9 en Barcelona. "Al aire libre nunca bajé del minuto. En los 800 hice 2.12". Llegó a ser internacional en varias ocasiones. "Pero nunca me planteé intentar ir a los Juegos Olímpicos. Ni en los mejores sueños podía pensarlo".

Todo el mundo ha respetado en Monzón la figura de Ernesto Bribián. Fue atleta, juez, periodista, atleta y entrenador. Es la cabeza más preclara de la localidad mediocinqueña. "No le gustaban las bromas y alguna vez me dio algún grito. Pero no tenía mal genio. Estaba muy pendiente del atleta", dice. Su carrera en el atletismo fue fugaz. Una vez que se fue a vivir a Barcelona, se retiró con 26 años. "Ya me estaba preparando para casarme con Mariano, un chico de Cuenca. Además, tenía turnos en Telefónica y no podía entrenarme bien", explica.