Su padre, Néstor, fue uno de los mejores jugadores de aquel Robres de los 70 y 80. Allí, en su pueblo, se originó el idilio de Carmela Capistrós con el fútbol. Fue hace 12 años y, desde entonces, sus caminos no se han separado. «Antonio Herrera, que entonces era delegado arbitral del Comité de Huesca, nos invitó a probar a mí y a alguna chica más. Y lo hice. Nunca he tenido miedo a probar experiencias nuevas y me lancé. Nos apuntamos un par de amigas más, Sandra Cuello, también de Robres, y Elena Castilla, de Huesca, pero yo fui la única que seguí hacia delante aunque tengo muchas amigas vinculadas al deporte», recuerda.

El arbitraje le sedujo «totalmente» y el vínculo es cada vez más fuerte. «No se me ha ocurrido parar. El veneno permanece. Quizá desde fuera no acaba de entenderse cómo puede gustarte tanto, pero es así. Ha pasado de ser un hobby bonito a algo en lo que una siempre pretende mejorar y eso es positivo en cualquier ámbito de la vida».

Ahora, Carmela es una de las mejores asistentes de la Liga Iberdrola -la máxima categoría nacional del fútbol femenino- roza el salto a la Segunda B y sueña con la escarapela internacional. A sus 26 años, es la máxima representante del arbitraje femenino altoaragonés, aunque todo apunta a que lo mejor todavía está por venir. «Creo que voy en el ritmo y la dirección adecuados. Soy una persona tranquila y también en este deporte el tiempo te hace aprender más y tomar mejores decisiones. No está mal para los años que llevo en esto».

Aunque no todo ha sido un camino de rosas. El arbitraje, un mundo «tan bonito como complejo», no se lo ha puesto fácil. «A veces pasa desapercibido, pero el árbitro es una figura fundamental en el deporte, y especialmente en el fútbol, algo que suele olvidarse con frecuencia». Como aquella vez que recibió amenazas desde la grada del campo de un equipo de un pequeño pueblo. «Fue una de esas situaciones feas y desagradables que genera el fútbol y que no suelen darse en otros deportes. Un señor mayor me amenazó y me dijo que iba a cortarme la coleta porque perdía su equipo. No me sentí en peligro, pero sí algo asustada porque estaba muy cerca de mí. Este tipo de cosas te hacen sentirte decepcionada con el mundo porque, además, creo que lo estaba haciendo bien».

Pero, en líneas generales, la sociedad avanza. «Se está mejorando bastante y estamos en el camino correcto. Creo que hay más educación en el fútbol femenino. Me da la sensación de que es un mundo más respetuoso. Claro que se nos critica, pero no por ser mujeres, sino por nuestros errores, como debe ser. No sé si es una sensación generalizada, pero lo hemos comentado con algunas compañeras que también han sufrido una situación desagradable y existe esa coincidencia en creer que el ambiente en el fútbol femenino es más respetuoso».

Carmela, que la pasada campaña formó parte, junto a Marta Frías, Elena Pardos y Paola Cebollada, del cuarteto femenino que dirigió el partido de semifinal de la Copa de la Reina entre la Real Sociedad y el Sevilla, lleva «con orgullo» ser la máxima representante del arbitraje femenino oscense. «No es tanto una responsabilidad como el deseo de querer hacerlo bien para que nadie se sienta decepcionado. Tienes una posición más destacada y más visibilidad, por lo que quieres estar a la altura», admite la aragonesa, que dejó atrás un 2019 marcado por su presencia en el partido clasificatorio para la Eurocopa femenina en Estambul entre las selecciones de Turquía y Estonia. «Además, iba con mis amigas Marta Frías y Paola Cebollada y eso hizo la cita aún más especial». Pero reconoce que la internacionalidad es, quizá, su gran anhelo para el 2020. «El reto es el día a día, pero es cierto que me gustaría lograr la internacionalidad, aunque depende de muchos factores. Estoy preparada y tengo la experiencia suficiente para ello. Sería un regalo. Mi sueño».

En el horizonte, por supuesto, también emerge el espejo de Guadalupe Porras, la asistente que esta temporada ha dado el salto a la Primera División masculina. «Es la gran referente y el espejo, al igual que Marta Frías. Todas debemos aprender de ellas. Me gustaría ser tan buena e intento mejorar, pero es difícil», aunque se muestra convencida de que «cada vez habrá más mujeres en lo más alto del fútbol masculino por lo buenas que somos. Ojalá no me pille ya mayor porque me encantaría seguir ese camino».

Mientras, seguirá haciendo del arbitraje algo más que una tarea. Su vocación, compartida con la botánica y el medio ambiente, le sigue cautivando. Como el deporte en general. Porque Carmela también disfruta con la natación, el senderismo, la escalada, la nieve o el atletismo. De hecho, ganó la San Silvestre en Huesca en el 2019. «Sigo federada en la Zoiti, pero el arbitraje hace que no pueda competir y lo echo de menos. La Zoiti es una familia más».