Ansiedad y lesiones eran los recuerdos de las dos últimas temporadas desde que Rafael Nadal ganó Roland Garros en el 2014. En los dos últimos años tuvo que pasar una travesía por el desierto de la que llegó a temer que no saldría nunca. En el 2015 pasó por momentos muy complicados desde el punto de vista mental y, al año siguiente, cuando estaba en camino de superarlos, una lesión en la muñeca izquierda que le obligó a retirarse de Roland Garros en tercera ronda le cortó su recuperación.

«Fue un momento muy duro. Intenté seguir después de Roland Garros porque quería ir a los Juegos de Río, pero después decidí que no podía seguir así. Debía parar y recuperarme. No podía ir por las pistas sin sentirme bien, limitado físicamente. La muñeca me dolía y opté por parar y recuperarme. Creo que hice lo correcto», explicaba Nadal en París.

La decisión fue acertada. Nadal incorporó a Carlos Moyá en el equipo y se encerró en Manacor para llevar a cabo una reconstrucción total de su tenis. Y el cambio ha sido espectacular. «Después de tantos problemas en los últimos tiempos, haber sabido darle la vuelta y estar otra vez aquí te hace muy feliz. La gente decía que jamás ganaría nada o que estaba finiquitado, que yo lo entiendo, pero al final Rafael se ha vuelto a demostrar a sí mismo que con esfuerzo, dedicación, se pueden conseguir las cosas», valoraba con orgullo Toni Nadal, feliz por el título.

Su amigo Moyá también estaba orgulloso. «Es uno de los tres mejores jugadores de la historia. La diferencia con otros es la calidad de su tenis y su ambición. Se ha adaptado al tenis moderno, donde es prioritario pegar más fuerte y ser más rápido». A sus 31 años y con los títulos conseguidos pocos tenistas habrían hecho la reinmersión de Nadal. «Trabajar y trabajar con humildad para mejorar», ha sido el consejo permanente de su tío Toni Nadal. Y eso es lo que ha hecho siempre Nadal para evolucionar tenísticamente y salir de las crisis.