Ya han pasado 34 años desde que Aragón hizo historia al hollar la cima de su primer ochomil. Era el Gasherbrum I, una montaña del Karakorum de 8.068 metros de altura. Uno de los componentes del grupo era Ignacio Cinto. «Estuvimos dos meses en el campo base. Cuando bajamos a Skardú teníamos todas las cartas de correo acumuladas después de 60 días», afirma el escalador nacido en Ayerbe. Juanito Oiarzabal fue el primer español en alcanzar los catorce ochomiles. Ahora tiene 26 en el bolsillo. Su primer ochomil fue en el año 85, el Cho Oyu. «Por aquel entonces se mandaba una persona a la civilización para dar la noticia de que había hecho cima. Desde que subí hasta que se enteró la gente pasó una semana», afirma el alavés.

Cinto recuerda que en la primera expedición aragonesa al Everest en 1989 «una persona venía a buscar las cartas». Dos años más tarde volvieron al Everest. «Conseguimos que una expedición de Azpeitia nos cediera un teléfono vía satélite enorme y con una parábola de tres metros de diámetro». Fue en los años 98 y 99 cuando Peña Guara compró un teléfono vía satélite. «Estábamos en el Shisha Pangma y el Langtang Lirung con Pepe Garcés, Marta Barrio y Carlos Blanchard. Era como un ordenador portátil Nera», rememora Cinto.

Los tiempos han cambiado. Nepal se ha puesto al día en sus montañas de 8.000 metros. El Gobierno de este país ha prometido instalar la red de wifi gratuita en el campo base del Everest, situado a 5.380 metros. El servicio de internet se añadiría a la red 3G, que desde el 2010 ya funciona en el campo base del Everest. El punto de mayor altitud en Nepal en el que existe el acceso a wifi está en la localidad de Dingboche, a 4.410 metros.

Ignacio Cinto piensa que es muy positivo contar con la nueva ayuda del wifi. «Me parece bien y me apunto al carro de recurrir a las tecnologías vía satélite. Ahora surge el wifi y esto es imparable. No se pueden poner puertas al campo. Es una evolución lógica y normal. Aunque a algunos les parecerá fatal», afirma Cinto.

Juanito Oiarzabal ve puntos a favor y puntos en contra. «El Gobierno nepalí ha tenido esta brillante idea. Es una parte más del circo del Everest, una montaña masificada, vulnerada y que pierde toda su identidad. Está rodeada de negocio e introducir el internet gratuito es una cosa para atraer a más gente. Es una pena que pasen esas cosas en el Valle del Khumbu. Pero hay que adaptarse», explica el vitoriano, que también ve la botella medio llena. «Entiendo que estos avances les vienen bien a la gente de estos valles recónditos», reconoce.

OPINIONES DIFERENTES/ Marta Alejandre recibió con tristeza la noticia de la llegada del wifi al campo base del Everest. «No me deja contenta. Ya veo la imagen de todo el mundo enganchado con su móvil en el campamento base sin salir de la tienda. ¡La humanidad está loca!», reconoce la primera aragonesa en subir un ochomil, el Dhaulagiri en el 2008. «Esto es el remate del Everest. Lo mejor sería dejar tranquila la montaña, pero así se humaniza el pico más alto del planeta. El wifi puede servir para los rescates. Pero quien quiera estar en la montaña pendiente de los negocios de la ciudad se puede llevar un lío mental escandaloso. Estar aislado facilita la concentración en la montaña», explica la zaragozana.

Raúl Martínez es uno de los compañeros habituales de Carlos Pauner en sus viajes al Himalaya. Han estado juntos en el Everest, el Nanga Parbat, el Broad Peak y el Gasherbrum II. «En el año 2013 la empresa Samsung puso una antena experimental un poco más abajo del campo base del Everest. Se probó haciendo una llamada telefónica convencional desde la cima del Everest. Creo que, con el tiempo, si hay cobertura con wifi en la cima del techo del mundo se podrán sacar fotos con un teléfono normal», explica el montañero.