La ampliación del contrato de Carlos Nieto hasta el 2023, uno más de lo que tenía firmado, ha sido el último movimiento oficial del Real Zaragoza en ese camino que emprendió desde que abrió de par en par la puerta que separa la Ciudad Deportiva del primer equipo, tantos años cerrada o semicerrada. Ahora mismo, la cantera es un vivero para el equipo de Segunda División, en cuyo vestuario cohabitan un buen puñado de futbolistas que se han formado en el club desde bien niños. Soro, Lasure, Guti, Pombo, Delmás, Clemente o el citado Nieto, a los que se han unido otros procedentes del filial, pero con menos temporadas de recorrido previo, como Pep Biel y Ratón, y hasta zaragocistas históricos de regreso como Zapater. O Linares y Dorado, que también han vuelto al inicio de sus travesías en la recta final de sus carreras.

El club tiene blindados a todos sus jóvenes canteranos, de perfiles y niveles muy heterogéneos y dispares, aunque con varios ellos todavía hay puntos de fricción a propósito de sus renovaciones, tiras y aflojas de larga duración de carácter económico en el caso de Pombo o de un interés no especialmente acusado con Delmás después de que el lateral declinara las dos primeras ofertas.

Ahora mismo, los chicos de la Ciudad Deportiva son la base más amplia sobre la que se estructura este Real Zaragoza. De ellos se espera rendimiento deportivo y económico. No hay cartera, por lo tanto hay espacio para la cantera. ¿Por elección o por eliminación? Por ambas. Por eliminación ante la imposibilidad de acometer fichajes mayores. Y por elección porque entre lo que puede hacer, el club elige hacer esto. Todos están ante la oportunidad de sus vidas. Veremos si con ellos es suficiente, o no, para que el Zaragoza tenga una vida mejor.