Que su Real Zaragoza juega mal. A veces horriblemente mal, como en la primera media hora de Fuenlabrada este mismo lunes. Que el fútbol de ataque es pobre, en algunos partidos casi inexistente. Que deja casi toda la suerte ofensiva a la pelota parada, a los estupendos centros de Zapater, a la estrategia o a los balones directos que sobrevuelan el centro del campo por el aire. Que a veces hace alineaciones extrañas e impopulares, que sienta a la vez a Francés, Francho e Iván Azón. Que al delantero de 18 años, tesón aragonés, no le da bola más que a la desesperada en los finales de los partidos y, hasta ahora, ha preferido a Álex Alegría (un solo tanto en 840 minutos y pocas ocasiones para haber logrado más) y al Toro Fernández, aún sin estrenarse como goleador en 33 jornadas. Que tarda en hacer los cambios. Que su fórmula es muy conservadora y los encuentros, insoportablemente agonísticos. Que tiene fortuna y los milagros están de su parte.

Que sí. Desde que llegó al Real Zaragoza, al que se encontró en un estado lamentable, hundido a todos los niveles, en la clasificación, emocional y deportivamente, Juan Ignacio Martínez ha sumado 25 puntos de 45, el 55,5%, un ritmo superior al que ha marcado el Rayo Vallecano, sexto, en toda la Liga. El entrenador alicantino recogió una herencia endemoniada: el equipo estaba a cuatro puntos de la zona de salvación en el puesto 21º, penúltimo. En quince jornadas, lo ha colocado decimoquinto, cuatro por encima de la línea del miedo. Con él en el banquillo, el Zaragoza es el segundo mejor de la categoría, solo superado por el Espanyol. En este tramo le ha metido quince puntos al Lugo, doce al Logroñés, diez al Cartagena o al Sabadell, nueve al Alcorcón o siete al Castellón. Ha encajado un gol en La Romareda en siete encuentros y fue de Cristian Álvarez en propia meta. En casa, donde los resultados eran un tormento, ha sumado cinco victorias de siete posibles. Con catorce goles a favor ha amasado 25 puntos, ejemplo extraordinario de eficiencia y de capacidad para exprimir unos recursos limitadísimos.

El modelo de JIM está lleno de imperfecciones, pero potencia al máximo sus virtudes. El Zaragoza es un equipo seguro defensivamente y encaja muy poco, primer supuesto de obligado cumplimiento para poder aspirar a las victorias con tanto problema ofensivo y delanteros, casi todos, inofensivos. Logrará la salvación o no, que la dificultad del final de Liga es de aúpa, pero lo que ha hecho el técnico hasta este momento tiene un mérito magnífico.