Txus Romón es un enamorado del Monte Perdido. Este fisioterapeuta vizcaíno nacido en Muskiz hace 37 años ha subido el gigante calcáreo por todas sus vertientes. Desde la ruta normal por el Lago Helado, a la vía de Las Escaleras y la cara norte por el Lago de Marboré...

Desde pequeño, hizo andadas con su aita (padre) por los montes cercanos a la localidad costera de 7.000 habitantes. Txus conoció las carreras por montaña en el año 1999. Corrió entonces la Galarleiz, el maratón de montaña más famoso del territorio español. "Me aposté con un amigo que era capaz de acabarlo. Me quedé sorprendido al acabar entre los 20 primeros", explica.

En los últimos años, Romón ha buscado el más difícil todavía. El vizcaíno se ha hecho famoso por sus retos. Subió corriendo La Facha desde el embalse de La Sarra en dos horas; hizo el mayor desnivel de España (2.250 metros) en Picos de Europa, en dos horas y 13 minutos. También ganó en la Travesía a los Picos de Europa, 77 kilómetros y 14.000 metros de desnivel acumulado.

Pero Romón tenía entre ceja y ceja algo mucho más fuerte. El gran reto era batir el récord del ascenso y el descenso del Monte Perdido saliendo y llegando a Torla. Joan María Vendrell, el guarda del refugio de Góriz, abrió la carrera. Después, mejoró su marca el sabiñaniguense Jesús Sánchez, en cinco horas y media y el último plusmarquista, es el vasco Iker Carrera, en 4.48.

En forma

Romón se encontraba este año como una moto y se propuso batir la marca de su paisano. Se puso manos a la obra y decidió afrontar este verano el desafío del Monte Perdido. Un recorrido de 4.800 de desnivel acumulado y 2.400 de ascenso continuado que un senderista necesita dos jornadas en completarlo. Romón decidió acometer esta pequeña locura el pasado 14 de agosto. "Elegí ese día coincidiendo con mis vacaciones. Arguiñe, mi esposa, me animó a intentarlo". La carrera la comenzó en el cuartel de la Guardia Civil a las 5.47 horas de la mañana. "La víspera, los guardias civiles me dieron un testigo que era una medida de la Virgen del Pilar. Con ella me tenia que hacer una foto en la cumbre y enseñarselas en el regreso", dice el corredor vizcaino.

Comenzó de noche corriendo por la carretera. Le costó llegar a la pradera de Ordesa 38 minutos. Fue subiendo progresivamente por el Bosque de las Hayas y el camino de las cascadas hasta llegar a las Clavijas de Soaso en hora y media. Desde el refugio de Góriz llegó a la cima tras 2.46 de esfuerzo. Eligió el camino directo de Las Escaleras para llegar a los 3.355 metros de altitud. "Las escaleras tienen cuatro franjas o fajas hasta la cumbre. Hay que encontrar las chimeneas de segundo grado". En esta zona Romón se despistó. "Estaba empecinado para hacer la marca. No vi ningún hito y la pérdida me causó mucho agobio. Me encontraba solo y cansado a gran altura", recuerda.

Pero al final llegó el feliz momento de alcanzar la cima. "Eran las nueve menos cuarto y hacía fresco. Estuve dos minutos escasos. Hice la foto y bajé a tumba abierta", explica. Solo al final pudo relajarse puesto que tan solo batió el récord por dos escasos minutos. "Me daba cuenta de que no batiría el tiempo, pero fui concentrado. Fui a tope, a ritmo de competición. La bajada la hice por Turieto, lo que pasa es que al final hay que remontar una cuesta hasta el cuartel. Es una subida canalla". A este bólido humano le costó bajar desde la cumbre hasta Torla 1.48. En el cuartel de la Guardia Civil le esperaban alborozados su esposa y Aitxol, su niño de cuatro meses.

Poco material se llevó Romón para su desafío. Lo más importante eran unas zapatillas Salomon ligeras, una riñonera con una pequeña manta térmica, el teléfono móvil, una camiseta de tirantes y pantalón corto. También se llevó unos geles y unas barritas energéticas. La hidratación era básica. "Cargué agua en la pradera y las gradas de Soaso, en la ida y la vuelta. Pero estaba todo muy seco", concluye.