Hace 21 años, un empresario llamado Jesús Martínez Patiño se hizo cargo de un club de Segunda División. Se lo compró a las autoridades públicas del estado de Hidalgo, no fueron unas negociaciones duras ya que aquel Pachuca era un equipo desamparado. El proyecto empezó con cerca de 22 jugadores, junto a seis personas que trabajaban en la administración. Aquella estepa futbolística fue evolucionando con el tiempo, gracias a una gestión brillante y gente con un modelo de dirección claro.

Aquel equipo que fue comprado por 100.000 dólares ahora tiene un valor de cerca de 200 millones. El Pachuca se ha convertido en un ejemplo de gestión sobrenatural donde un aragonés, Agustín Lleida, ha vivido uno de los milagros futbolísticos más sorprendentes en la historia reciente. Un club que ha conseguido todos los títulos de prestigio en México y, además, quedó tercero en el Mundial de Clubs de este último año. Lo ganó el Madrid.

El éxito de Agustín

Agustín Lleida fue futbolista del Atlético Monzón. Frecuentó aquellos campos del intrafútbol aragonés, donde el fango te llega hasta la altura de los tobillos. Posteriormente se licenció en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte para dedicarse a esta rama del deporte. Tras pasar por varios clubs llegó a Liverpool, ahí conoció al mexicano Marco Garcés, ya que era de los pocos que hablaba español. De esa amistad nacería una unión llena de éxito en el Pachuca, ya que uno terminaría de director deportivo y el otro de director en el departamento de ciencia y deporte.

Detrás de la gloria siempre hay una multitud de caras que permanecen ocultas bajo el anonimato. Los objetivos de las cámaras apuntan hacia los futbolistas y aquellas cabezas visibles del club, pero sin el trabajo coral de todos sus miembros nada sería posible. La aportación de Agustín Lleida es considerada como imprescindible por todos los estamentos del Pachuca.

El presidente de la entidad llegó a asegurar que se trataba de una eminencia en su campo y así se concibe en México. Numerosos profesionales se dan cita para conocer la metodología de trabajo que se sigue en este club y así averiguar el motivo por el que sus jugadores tienen una forma física sobresaliente. Pese al éxito, por la cabeza de Agustín ronda la idea de volver a su Monzón natal. «Algún día regresaré a mi tierra, Huesca me queda a treinta minutos de casa, podría ser un buen sitio para mí», comenta.

La escuela de México

«Pasamos de ser un club de fútbol a una multinacional», explica Agustín. La gestión del Pachuca se ha edificado sobre tres pilares: ser la cantera de México, gastar con austeridad y pensar en el día a día. «Pachuca tiene una Ciudad Deportiva con universidad y hospital. Ahí viven más de 250 jóvenes que se dedican al fútbol y nosotros tenemos que brindarles el mejor desarrollo posible. Solo cuidando a los chicos podremos seguir creciendo», explica.

El equipo de fútbol levantó la economía de Pachuca, una ciudad de escasa riqueza. No solo se crearon puestos de trabajo y se fomentó el turismo, sino que la mayoría de pequeños jugadores de todo México sueñan con acabar en esta academia deportiva. «Somos el segundo club de todo mexicano, primero son de su equipo y luego del Pachuca», comenta Agustín.

Su trato con la cantera es inmaculado. El Pachuca es toda una empresa de manufactura de futbolistas, una producción que ha aumentado en los últimos cinco años. «Desde que yo llegué hemos obtenido 100 millones de dólares de beneficios en ventas», explica el aragonés. Por sus manos ha pasado el último gran talento del balompié mexicano, el extremo Hirving Lozano. Fue traspasado el pasado verano al PSV Eindhoven y se está consolidando como todo un diamante en bruto. El propio Agustín cree podría tratarse de «un jugador llamado a hacer historia en México».

En la actualidad cuentan con más de 40 ojeadores repartidos por el país para identificar las pequeñas joyas que hay repartidas por cada rincón de su geografía. Sin embargo, su radio de gestión no se limita exclusivamente a la ciudad de Pachuca, tienen multitud de escuelas por todos los rincones de México donde conviven más de 70.000 jóvenes. La influencia de esta institución es tal que 47 jugadores de los que participan con las selecciones inferiores de México son de Pachuca. Casi un 80% son de este club.

Una franquicia global

El Pachuca siempre tuvo la ambición de extrapolar su modelo de trabajo hacia otros clubs. Encontrar equipos satélite en los que introducir su semilla y esperar para recoger los frutos en tierras lejanas. El primer paso fue adquirir el León, «era un club que estaba en Segunda. La idea era enviar ahí a los más jóvenes para que fueran creciendo. Finalmente, terminaron por ascender a Primera y jugar contra nosotros». También se hicieron con Mineros de Zacatecas, Coyotes de Tlaxcala, Everton chileno y Talleres de Cordoba. «Buscamos exportar nuestro modelo de éxito para seguir evolucionando».

El revolucionario modelo de los tuzos se estudia hasta en la Universidad de Harvard. Una evolución que lo ha colocado entre los clubs más poderosos del mundo. Parte de este éxito reside en Agustín Lleida, un joven oscense que se ha hecho a sí mismo. Como el Pachuca.